viernes, 2 de febrero de 2024

UN RELATO

Esta vez cambio de tema, escrito recientemente.
 
una noche gelida trajo la felicidad.pdf
UNA NOCHE GÉLIDA TRAJO LA FELICIDAD
La noche estaba fría como un témpano de hielo. La nieve que había caído durante el día, ahora
se estaba helando, por lo que se hacía imposible andar. Daba miedo solo mirar por la ventana y
ver las calles desiertas. El viento empezaba a soplar con intensidad, hasta el punto que se hacía
violento. Se oía silbar por la chimenea como el que pide ayuda para poder entrar. El crepitar de
la lumbre era el único sonido que había en la habitación en aquellos momentos, a parte del
que se oía desde fuera. Las llamas del fuego parecían estar jugando entre ellas, una baja y otra
sube, con el propósito de no aburrir a sus habitantes.
Eran dos personas las que allí vivían y las dos guardaban silencio ya que las dos estaban
leyendo un libro.
Después de cenar apagaron el televisor, tomaron asiento uno frente al otro al lado de la
hoguera y reanudaron su lectura. La velada era larga y a los dos le tenían intrigados, cada uno
con su historia, explicado en aquellas páginas que parecían estar viviendo en vivo y directo.
Cada vez se sentía más ruido en la calle, como si alguien estuviese llamando a la puerta.
-¿Has oído Fidel lo mismo que yo? -Preguntó la mujer-.
-Es el viento que ha apretado -contestó él y siguió leyendo.
La mujer siguió puniendo oído a ver si diferenciaba los golpes que se oían en la puerta, cuando
oyó otra vez los mismos golpes de hacía un momento, pero esta vez iba acompañado de un
grito masculino: ausilioooo.
-Están llamando -dijo ella.
-Quien será a estas horas con la noche que hace -dijo el hombre dirigiéndose a la puerta.
Elisa, que así se llamaba la mujer, le siguió los pasos a su marido, intrigada por el grito que
había oído.
Al abrir la puerta, una ráfaga de viento invadió la entrada y un hombre cayó de bruces sobre la
alfombra.
-¿Se encuentra mal? -Preguntó Fidel.
El visitante se desmayó y no podía contestar a la pregunta que le acababan de hacer. Fidel y
Elisa lo arrastraron hacia a dentro y cerraron la puerta, no sin antes echar una mirada fuera por
si había alguien más.
-Se ha desvanecido, no sabemos por qué, pero seguramente que será por el frío tan intenso.
Fidel le cogió las piernas y se las puso sobre sus hombros, al tiempo que las masajeaba. Unos
segundos después empezó a darse cuenta. Fidel le preguntó de nuevo.
-¿Se encuentra mal?
Tardó unos segundos en contestar, pues estaba aturdido y no sabía lo que le había pasado.
-Sí, se me está pasando.
-¿Viaja solo o con alguien? Hemos mirado, pero no hemos visto a nadie.
-Voy solo.
Fidel dejó caer las piernas con cuidado y lentamente lo pusieron en pie, no sin preguntarle si
estaba bien y si tenía ánimo de subir a riba. Él le dijo que sí. Así que empezaron a subir la
escalera con cuidado no caerse de nuevo. Pues estaba muy blanco y tenía mal color de cara.
Elisa lo miraba detenidamente sin que él se diera cuenta, pero había algo que llamaba su
atención.
-Tengo caldo hecho y voy a hacer un plato de sopa calentito, que le irá bien.
-No quisiera molestarla. Con dejarme que pase la noche aquí, para mí ya es suficiente. Me ha
parecido que había luz y por eso he insistido en llamar, aunque el timbre no les va, o por lo
menos yo no lo sentía.
-Debe ser el aire tan fuerte, que lo ha estropeado -contestó Fidel.
-Perdonen, no me he presentado. Me llamo Javier.
-Y yo Fidel. Tanto gusto.
Yo me llamo Elisa y me alegra conocerlo.
-El gusto es mío.
Los dos hombres conversaban mientras Elisa preparaba la sopa, pero sin dejar de mirarlo,
había algo en él que le intrigaba, aparte de que era más joven de lo que pensaba. Le puso la
mesa con la cena, mientras le preguntaba.
-¿Se ha calentado ya?
-Sí, gracias. Poco a poco voy entrando en calor. De no ser por ustedes ahora esta…ría… -Solo
con pensar en lo que le hubiese pasado, le cambió la cara.
-No piense en eso… venga a cenar. Fidel, echa más leña al fuego, que se está apagando.
Javier se sentía tan acogido, que se le escaparon dos lágrimas sin poder contenerlas por su
rostro entristecido.
-Perdonen. Estoy pasando una mala racha. Hace un mes, mis padres murieron en un accidente
de coche y todavía no me he recuperado.
-Lo siento mucho -dijo Elisa.
Fidel se acercó y poniendo la mano sobre su espalda le dijo:
-Tranquilo, y no te preocupes por nosotros. Desahógate.
Después de cenar con el estómago lleno y caliente, parecía más guapo y joven, hasta el punto
que Elisa no hacía más que mirarlo. Cuanto más lo miraba, más parecido le encontraba a su
marido. Los ojos, la nariz, la boca… hasta el pelo lo tenía igual que fidel.
-Como se nota que tenías frío. Has mejorado bastante, hasta el color de la cara. Ahora es más
natural y todo. Y si fueras hijo de mi marido no le parecerías tanto.
-Ya me he dado cuenta que tienes un parecido a mí. ¿tienes muchos hermanos? -preguntó Fidel.
-No, solo yo.
-Estarás casado, ¿verdad?
-No señor, no estoy casado. Estoy más solo que la una.
-Vaya por Dios, eso sí que es triste. Nosotros tendríamos ahora un hijo de treinta y tres años si
Dios hubiese querido que naciera vivo.
-Treinta y tres años… los mismos que tengo yo. Los cumplí en septiembre.
-¿En septiembre? -preguntó Elisa- y ¿qué día de septiembre?
-El día catorce.
-El mismo día que mi hijo -dijo la mujer con voz emocionante anhelando que fuera verdad lo
que por su mente pensaba en aquellos momentos. Pero no dijo nada.
Fidel y Elisa tenían un mismo pensamiento. Aquel joven era su hijo. Un hijo que le robaron el
día que nació, mientras ellos fueron engañados.
-Sí, ese día nació mi hijo -continuó Elisa-. Lo poco que vi de él lo recuerdo perfectamente como
si fuera ayer. Digo lo poco que vi porque no me lo enseñaron, pero lloraba con unas fuerzas…
Luego nos dijeron que había muerto. Que había nacido muy débil y no se recuperó, pero
tampoco nos lo enseñaron.
-¿Qué no le enseñaron el bebé?
-No -afirmó Fidel-. Nos dijeron que estaba mal formado y que mejor sería que no lo viéramos
para no recordarlo de aquella manera.
-Pues vaya. ¿Han tenido más hijos después?
-Ni antes ni después -dijo Elisa-. Probamos, pero no quisieron venir, además, nos quedamos
desilusionados y no quisimos ir al médico.
Por casualidad, ¿tienes alguna mancha en el cuerpo de nacimiento? Es solo una curiosidad -
continuó la mujer.
-Pues sí, tengo una mancha en la espalda casi en el hombro. ¿Por qué me pregunta usted eso?
-Porque yo también tengo una mancha.
Javier estaba aturdido. Lo que le estaba pasando esa noche era increíble. El parecido al dueño
de la casa y ahora la señora le pregunta si tiene una mancha, la fecha de nacimiento de su hijo
y la edad de ambos…
-Dios mío. no quiero ni pensarlo… Cómo es posible que mis padres hayan…
Y entre las dudas, llegaron a altas horas de la madrugada, pensando si aquel sería su hijo. El
viento se había aplacado y empezaba a nevar de nuevo.
-Vamos a dormir, que la noche otra vez se viste de blanco -comentó Fidel-. Prepárale la cama a
Javier, que estará cansado. Ah, y prepárale la que iba a ser de nuestro hijo, que la estrene él.
Piedad Martos Lorente

11 comentarios:

Piedad dijo...

Os doy las gracias por vuestros comentarios los cuales agradezco enormemente y os dejo besos y abrazos para todos.

Ernesto. dijo...

Abrazos amiga. Buenas noches.
Buen finde Piedad.

Elda dijo...

Hermosa historia con un final feliz.
Por lo que se ha oído muchos matrimonios han pasado por lo mismo pero sin la suerte de encontrarlos de esa manera tan mágica.
Espero que siga tu mejoría. Un beso.

Mari Carmen dijo...


Una intrigante y bonita historia a la vez, me ha gustado mucho.
Yo, al igual que nuestra amiga Elda, he oído que en décadas pasadas ocurría que robaban algunos recién nacidos de hospitales, con el mismo argumento.
Esta historia tiene el final más apropiado a ella.
Enhorabuena, Piedad.
Deseo que te vayas mejorando.
Un besote enorme.

Campirela_ dijo...

Una historia que según dicen hubo un tiempo donde los bebes desaparecían de los hospitales, dándoles por fallecidos. Aquí termina de una forma magistral.
Un besote y cuídate mucho Piedad.

joaki007 dijo...

Un beso querida amiga .
Me alegro mucho verte por aqui de nuevo.
Un beso.

Conchi dijo...

Hola Piedad, una entrada muy emotiva, en la realidad le ha pasado a muchos matrimonios pero si la suerte de encontrar a los hijos, fue un tiempo negro de nuestra historia reciente.

Abrazos.

Kasioles dijo...

Otro de tus relatos que engancha desde el principio.
El tema que tratas tiene un fondo muy real y eso sí que entristece.
Casualidades de la vida que lo hubiesen encontrado después de tantos años, todo cabe dentro de la realidad. Felicitaciones.
Cariños.
Kasioles

Julia López dijo...

¡Qué historia tan hermosa y triste a la vez! me has hecho llorar,
Muchos besos.

Manuel dijo...

Gracias, Piedad, por tan escalofriante relato, y no digo esa palabra por el frío, sino porque recientemente vi un documental de robos de niños y niñas durante el franquismo, por una trama organizada por médicos, y religiosas en el que destacaba una monja, que no digo su nombre, porque nada más pensar en lo que hizo me dan nauseas y escalofríos...No se como se puede ser tan mala persona.
Un fuerte abrazo, amiga, y me encantó tu relato por ese final feliz.

reser dijo...


Como siempre, Piedad, un relato muy hermoso, empiezas a leer y ya no puedes parar hasta acabarlo.
Abrazos
Roser