jueves, 31 de enero de 2019

desempolvando cuentos y relatos

 

EL NIÑO DE LA CARA TRISTE

 

Érase una vez, un niño llamado Lucas, que vivía en un bonito palacio con todas las comodidades y valiosos juguetes que complacían sus caprichos. El palacio estaba rodeado de un hermoso jardín que embellecía el lugar, donde Lucas podía jugar y contemplar tanta belleza al mismo tiempo que disfrutaba de la naturaleza. Pero a pesar de todo de lo que poseía, Lucas estaba siempre triste y amargado, no era feliz, por eso le llamaban "el niño de la cara triste".

Un día, enfurecido consigo mismo, Lucas daba patadas a las bellísimas flores que adornaban el jardín como si ellas fueran culpables de su amargura. De pronto oyó una voz que le decía:

-¿Por qué golpeas las flores? ¿Te han hecho algo?

El niño volvió la mirada hacia donde venía la voz y se encontró frente a una imagen que surgía de un destello de luz desconocida para él, pero era la más hermosa que había visto jamás y lo miraba fijamente a los ojos. Lucas sintió como aquella mirada profundizaba dentro de su alma y sintió vergüenza de su comportamiento. La voz volvió a preguntar:

-No has contestado a mi pregunta, dime, ¿por qué golpeas las flores? ¿Qué te han hecho?

-Nada -contestó áspero y punzante como las espinas del rosal que estaba golpeando-. Nada de lo que tengo me hace feliz, las flores no sirven para nada y mis juguetes no me gustan.

Ella contestó dulcemente:

-Sí, mi querido niño, las flores sirven para embellecer y perfumar el lugar donde se hallan, además de distraer la mirada de aquellos que saben contemplar la belleza que la naturaleza pone a nuestro alcance.

En ese momento, un niño de su misma edad pasaba por la calle frente a los jardines del palacio, que con la mirada en alto y un bastón blanco en la mano que le ayudaba a detectar los obstáculos, intentaba dirigir sus pasos hacia su destino. La voz continuó hablando.

-Levanta la cabeza y mira al cielo, contempla el azul que lo envuelve y esas nubes blancas que parecen figuras de algodón movidas por la brisa. ¿No crees que ese niño tiene más motivos que tú para estar triste? Él no puede mirar al cielo, tocar las nubes... Ni tan siquiera puede contemplar este jardín y, sin embargo, en sus labios lleva la sonrisa marcada.

Entonces, Lucas agachó la cabeza y se volvió hacia su bicicleta y otros juguetes que aguardaban para ser utilizados en sus juegos, pero en un arrebato de enfado, el niño pisaba con furia todo cuanto encontraba a su paso.

La voz volvió a preguntar:

-¿Por qué rompes los juguetes? ¿No has pensado en la cantidad de niños que hay en el mundo que serían felices con tan solo un juguete como los tuyos?

Arrepentido se agachó para ordenar los juguetes pisoteados y, por el rabillo del ojo, vio cómo, desde la calle era observado por un grupito de niños que vestían ropas de baja calidad sin apartar la vista de la imagen que, sin proponérselo, Lucas estaba ofreciendo a los viandantes.

De pronto sintió dentro de sí un malestar que no podía explicar, ¿vergüenza?, ¿angustia?, ¿arrepentimiento?.  No sabía lo que era, pero, sin pensarlo dos veces, tomó los juguetes del suelo y los repartió entre los niños que aún seguían con la mirada fija en sus movimientos. Los niños gritaron de alegría al tiempo que reían sin parar agradeciendo a Lucas su gesto tan generoso. Saltaban y reían una y otra vez, hasta el punto que contagiaron al donante y su cara ya no era triste, sino todo lo contrario, en ella se dibujaba la sonrisa y el placer que le causaba ver a los otros niños felices y contentos. Entonces se volvió hacia la bella figura que también sonreía satisfecha por su trabajo y le preguntó:

-¿Quién eres? ¿Por qué has venido?

-Soy un hada buena y he venido a ayudarte a ser feliz, no podía verte triste, pero ya me voy.

Y diciendo esto, desapareció confundiéndose con los rayos del sol.

El niño contempló las flores del jardín, el cielo azul y las nubes blancas y oyó cantar a los pajarillos. Fue en ese instante cuando supo ver la hermosura del paisaje que lo rodeaba, al tiempo que exclamaba:

¡Qué bellas son las flores del jardín! ¡Cuánta hermosura! Perdóname, señor, por no haber sabido ver la grandeza de todo lo que me rodea.

 

Al día siguiente, el niño del bastón volvió a pasar por la puerta del palacio. Lucas lo vio desde su ventana y corrió a la calle hasta alcanzarlo.

-¡Hola, me llamo Lucas! ¿Y tú?

-Hola, Lucas. Yo me llamo Ángelo.

-¿Quieres que te acompañe?

-Bueno, si tú quieres...

 

Y así fue como los dos niños se hicieron amigos, Lucas acompañaba todos los días a Ángelo, le explicaba como era el cielo, las nubes, las estrellas y la luna, las montañas y todos los paisajes que los rodeaban. Lo llevó al palacio y le enseñó su habitación y sus juguetes los cuales compartió con él regalándole parte de ellos. Le explicó lo triste que estaba antes de ver el hada y cuando tenía más juguetes, pero desde que repartió  gran parte de ellos se sentía muy feliz y había aprendido a apreciar lo afortunado que era con poder ver los paisajes y describírselos a Ángelo.

 

Piedad Martos Lorente.

 

Febrero de 2012.

10 comentarios:

Piedad dijo...

Hola, amigos y amigas.
Como me han abandonado las musas... o tal vez estén reposando, el caso es que he tenido que recurrir al baúl de los cuentos y recuperar este ya viejo y sacarlo a la luz para desempolvarlo.
Creo, que aunque es un cuento, sirva para reflexionar y valorar todo lo que nos rodea, que en la mayoría de los caso sé que es así.

Con él os dejo mis mejores deseos y un fuerte abrazo para cada uno/as de vosotros/as.

CHARO dijo...

Un bello cuento que nos hace reflexionar sobre la grandeza de dar y el bienestar que proporciona.Besicos

Mari Carmen dijo...


Hola Piedad. Me has hecho reflexionar y a la nvez he disfrutado con la hermosa moraleja que contiene el cuento. Te propongo una cosita: como dices que la inspiración anada vaga por ahora en tí, sería estupendo que compartieras con nosotros parte de lo que atesoras y podríamos deleitarnos, a la vez, tendrías intercambio de comentarios, mayor contacto y creo que poco a poco las musas irían regresando a su nido, tu cabecita.

Mi más cariñosa enhorabuena por este didáctico y tierno cuento, te envio muchos besos.

Te echo de menos, preciosa.

Marina Filgueira dijo...

Te felicito Piedad y te dejo un aplauso prolongado, es una maravilla este cuento y, al mismo tiempo, una gran y hermosa reflexión para grandes y chicos. Ocurre muchas veces que no valoramos lo suficiente lo que tenemos, simplemente tener salud para ir tirando, ya es tener mucha suerte y no lo sabemos apreciar hasta que falta.

Da gusto leerte Piedad, eres un solete. Gracias por tu buen hacer que nos deleita.
Te dejo mi inmensa gratitud y mi gran estima.
Un abrazo apretado y se muy, muy feliz.

Elda dijo...

Un bellísimo cuento Piedad, con una gran enseñanza que sirve lo mismo para los niños que para los adultos que tantas veces nos quejamos sin motivo.
Me encantó leerte.
Un abrazo y buen fin de semana.

Marina-Emer dijo...

COMO SIEMPRE ME SORPRENDES CON TUS PUBLICACIONES ...ES UN BELLO CUENTO QUE COMO UNA NIÑA AL SALIR DEL COLOGIO UNAS CUANTAS AMIGUITAS NOS SENTABAMOS EN LAS ESCALERAS DEL ATRIO DE LA CATEDRAL A CONTARLOS ….LOS CUENTOS TIENEN SU GRANDEZA Y NOS ENSEÑAN A LAS PERSONAS MAYORES.
GRACIAS POR ACORDARTE DE MI ,YO ESTOS DIAS NO ESTOY BIEN Y NO TENGO GANAS DE ESCRIBIR POESIA ,,,HE PUBLICADO ESTA DE JOSÉ ANGEL BUESA QUE ERA UN GRAN POETA.
ME ALEGRO MUCHO QUE NO ME OLVIDES ...YO JAMAS TE OLVIDO NI LO HARÉ .
BESOS Y ABRAZOS CON INMENSO CARIÑO.

Ángeles dijo...

Piedad, como siempre me ha emocionado tu cuento, hasta hace unos dos meses no sabía nada de ti y este cuento no le había leído. Las musas no te han olvidado, lo que ocurre es que están congeladas por la horrible ciclogénesis que estamos sufriendo y ellas como van vestiditas con trajes vaporosos de tul y seda, se han ido todas al Ecuador, donde el sol las pondrá morenitas.
Eres un cielo de persona Piedad, me has hecho estar presente junto a ese niño triste que no era capaz de ver el tesoro que tenía.

Desde el corazón, un abrazo.

Bienaventurada dijo...

Bello cuento, todos podemos decidir disfrutar lo que tenemos o vivir amargados, siempre es mejor la primera opción. Un abrazo

Piedad dijo...

Gracias, amigas por vuestras palabras. Con ellas recupero parte de mi ánimo perdido... o ausente mirando al cielo.

Os deseo feliz fin de semana...

Ah, Mari Carmen, por cierto, tendré en cuenta tus palabras, aunque en alguna ocasión anterior, ya hice lo mismo... echar mano y desempolvar algún cuento.

Abrazos para todas.

Trini Altea dijo...

Piedad me ha gustado leerte y me da para reflexionar.
Feliz semana.