martes, 19 de noviembre de 2024

Después de algun tiempo

Queridos amigos y amigas.

Después de un tiempo sin ponerme en contacto con ustedes, hoy parece que ha llegado a su final. No era culpa ce nadie, sino de unos pequeños cambios que ha hecho Blogger y a nosotros, los invidentes, nos han fastidiado. Pero con un poco de suerte en unos pocos días estaré con todos ustedes. Esperemos que por mucho tiempo no vuelvan a cambiar nada que nos pueda afectar.

Les mando un abrazo con el deseo que se encuentren bien.

Piedad.

martes, 12 de noviembre de 2024

EN UNA JAULA DE ORO

EL SUEÑO DE UN PAJARILLO

 

En una jaula de oro

con los barrotes dorados,

vive un pajarillo

con los vuelos cortados.

Canta alegremente

mirando en la lejanía,

de tener alas libres

para volar algún día.

Pero pronto se recuperará

Y volará sin cesar,

disfrutando del aire puro

y la forma de llegar.

Cruzará nuevos horizontes

Cumbres y valles,

Sierras, ríos y montañas

Y vegas con muchos árboles.

Cruzará pequeños pueblos

Y grandes ciudades,

Sabrá de historias y monumentos

De iglesias y catedrales.

Pero todo quedó en un sueño

y los sueños, sueños son,

se rompieron las alas

y el pajarillo al suelo cayó.

Se metió en su jaula

y esperó nuevamente,

que se cumplieran sus deseos

con la ilusión de siempre.

Y soñó con volver a volar

por tierras y mares,

dentro de una jaula de oro

hasta que los sueños se acaben.

 

Piedad Martos Lorente

 

lunes, 12 de agosto de 2024

APRENDIZAJE EN BRAILLE

Cuando me afilié en la ONCE tenía cincuenta y tres años y, lo hice por aprender el método Braille. Yo no tenía idea de lo que era eso, ya que nunca lo había visto. Cuando ya estaba afiliada, alguien me dijo que eso era muy difícil, por lo que no volví a la agencia de la ONCE.

Pasado unos meses recibí una llamada del director, en la que me hacía saber que iban a venir a verme del consejo territorial. Aproveché el momento para decirle el pesar que tenía sobre lo que me habían informado. El método Braille no era para mí, porque era muy mayor para aprender algo tan distinto a lo que yo había soñado. el   director me contestó.

-Todo es difícil hasta que no se aprende. Aquí tengo un alfabeto, si quieres te lo puedes llevar para ojearlo. En breve vamos hacer un cursillo, al que te puedes apuntar.

Esa frase y la manera de hablarme me llenaron plenamente de esperanza, alegría y satisfacción. Me llevé el alfabeto y una semana más tarde el libro de aprendizaje. Cuando acabé de leer el libro, entonces supe que este método tiene seis puntos y de esos seis puntos salen el abecedario, todos los signos de puntuación y los números.

Cuando empezó el cursillo yo ya me había leído tres novelas. Escribir lo dejé para el curso, que me enseñaron a escribir a máquina y a mano y, eso que me dijeron que el método Braille era muy difícil, pues para mí no lo fue absolutamente.

 

 

No hay nada que me entusiasme tanto

como las ganas de aprender,

nada es difícil

si algo quieres saber.

El refrán bien lo dice

que el saber no ocupa lugar,

si las manos las tienes bien

déjate llevar.

Ellas descubrirán algo nuevo

para la vista muy especial,

se trata del método Braille

que tienes que recordar;

los puntos de cada letra

y la numeración que tienen,

sin pasarte del uno al seis

como un juego te entretiene.

Hay que saber que son en relieve

y que el tacto es el que manda,

con el dedo índice

describen lo que hallan.

 

Para el que quiera saber

como es este método,

la ficha de seis de dómino

por ejemplo, yo le pongo.

 

Después he enseñado a barias personas afiliadas como yo, con ganas de aprender y otras no tanto, pero lo han intentado.

 

Piedad Martos Lorente

jueves, 11 de julio de 2024

PARA NIÑOS Y MAYORES

Hola, amigos y amigas. Estamos en vacaciones y tendrán hijos y nietos dispuestos a escuchar un cuento. Pues bien, yo les dejo este esperando que le guste.
Lo escribí antes de tener el ictus.
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LA CUENTISTA
Había una vez una Cuentacuentos que siempre tenía algún cuento para contar a todos
los niños que deseaban escuchar sus historias.
Un día de primavera, cuando ésta estaba en todo su esplendor, salió a pasear
deleitándose con las flores de los jardines. Le encantaba la naturaleza, así que se sentó
en un banco de un parque a la sombra de los árboles florecidos que lo rodeaban. Desde
allí observaba a los niños que jugaban alegres y contentos con sus juguetes preferidos,
mientras otros corrían detrás de la pelota. Podía oler el aroma de las flores y oír el trino
de los pajarillos al tiempo que contemplaba la zona infantil, rebosante de vida, risas y
felicidad.
Distraída en los juegos de los chavales, no se dio cuenta que ella también era observada
desde el otro extremo del parque. De pronto, se vio rodeada por un grupito de niños y
niñas que preguntaban todos a la vez:
-¿Cómo te llamas? Tú eres la cuentista de los cuentos, ¿verdad? ¿Por qué estás aquí?
¿Nos vas a contar un cuento?
La Cuentacuentos sonrió dulce y afable, al tiempo que preguntaba:
-¿De verdad queréis que os cuente un cuento?
-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! –gritaron todos contentos.
-Pues vamos allá.
Érase una vez dos niñas llamadas Adelaida y Elizabeth, que vivían en el campo muy
lejos de la ciudad. Las personas que habitaban en aquel lugar eran todas muy pobres.
Adelaida vivía con sus papás y sus hermanos mayores. Su casa estaba construida dentro
de una cueva. No tenían agua, por lo que tenía que ir a la fuente o al río a por ella con
un cántaro. Tampoco tenían luz eléctrica para alumbrarse cuando era de noche. Se
alumbraban con un candil de aceite, en el cual se le ponía una especie de mecha para
que ardiera y su llama, similar a la de una vela, daba luz a la estancia. Cuando iban de
una habitación a otra, cogían el candil en la mano y así veían por donde andaban.
Elizabeth vivía con sus papás y dos hermanos más pequeños que ella, en otra casa
similar y en las mismas condiciones que la de Adelaida.
Estas dos niñas eran amigas inseparables. Siempre estaban juntas. Jugaban sin juguetes
porque la pobreza de su familia no le permitía comprar ninguno, pero aun así, eran muy
felices.
Adelaida se construía ella misma sus casitas en la tierra, igual que su papá construyó la
vivienda donde vivía junto con su familia. Cuando a su mamá se le rompía algún plato,
Adelaida cogía los trozos rotos ya que era lo único que podía aportar a su casita. Esos
trozos de loza era lo más parecido a los juguetes de cocina. También se hacía las
muñecas de trapo, que compartía con Elizabeth.
Un día pasó algo terrible. El destino negro de Adelaida se cruzó en su camino
sembrando toda su crueldad, la cual alcanzó a la niña plenamente.
En menos de un segundo los ojos de Adelaida se quedaron sin luz.
Ya no podía correr por el campo con su amiga, ni jugar al escondite. No podía ver las
estrellas en la oscuridad de la noche, el cielo azul, las nubes blancas, los pajarillos en los
nidos, las flores silvestres ni muchas cosas más. Pero a pesar de todo, no perdía la
esperanza de que algún día volvería a ver y todo sería igual que antes.
Lo que la niña ignoraba era que los ojos de Elizabeth serían para ella la luz que los
suyos no tenían para guiarla en sus pasos, en sus juegos y correrías por el campo, así
como para leer. La mamá de Elizabeth compró cuentos para que ésta, con la gracia que
solo ella sabía, se los leyera a su amiga querida. A Adelaida le encantaba oír aquellas
historias impresas en aquellos cuentos ilustrados, que tampoco veía, pero que sus
personajes cobraban vida en la voz de su amiga. Y es que Elizabeth leía tan bien… que
Adelaida se quedaba extasiada.
Después de todo tenía suerte, pensaba la niña, de tener una amiga como ella. Su amiga
del alma, la que nunca olvidaría por muchos años que pasaran, como tan poco olvidaría
el calor de la mano en la que apoyaba la suya para dejarse llevar, la bondad de su
corazón con la que la arropaba y aquellas historias que le leía.
Adelaida creció y se hizo mayor, pero también se hizo fuerte, muy fuerte y luchó contra
su destino y contra los obstáculos que encontraba a su paso por la vida. No veía con los
ojos, pero veía con los demás sentidos, sobre todo con el tacto. Amaba a la naturaleza y
a las personas de buen corazón. Y aunque ya no vivía en aquel lugar, en su mente
conservaba las imágenes de cuando veía y en su corazón, el cariño que siempre le tuvo a
su amiga, ahora separadas por la distancia.
Cuando acabó su narración, los niños y niñas aplaudieron a la cuentista. Les había
contado un cuento, pero no había contestado a una de las preguntas.
-¿Cómo te llamas? -había preguntado una niña, la cual volvía a repetir la pregunta.
Ella contestó:
-No importa el nombre, pero llámame Victoria, como la victoria que obtuvo Adelaida al
luchar para superarse ante su destino.
Piedad Martos Lorente
 

sábado, 1 de junio de 2024

CONTINUO CON EL MISMO TEMA

Así es, amigas y amigos todos. Mi vida ha sido (y lo es) muy dura, pero ¿quién no le ha pasado algo en su vida? A nadie, porque a todo el mundo le ha pasado alguna cosa, aunque de distintas maneras, pero al finar son sufrimientos.

Mis padres padecieron mucho con lo que me pasó, hasta el punto que estaban dispuestos a darme un ojo cada uno. No sé si lo hubieran podido hacer porque el médico le dio esperanza antes que ellos le preguntaran y por otra parte estaba yo, que se me erizaba la piel solo de pensarlo. Años después, cuando empecé a perder la vista de nuevo le pregunté a otro oftalmólogo si podría hacerme un trasplante, y me dijo que no, pues tenía los ojos quemados y no podían hacer nada.

Mi padre murió muy joven y no me pudo ver como fui prosperando.

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A MI PADRE

 .

Hace mucho tiempo que no oigo tu voz

y apenas recuerdo tu imagen,

pero sí conservo el mensaje

que, con amor de buen padre,

tú me supiste entregar

transmitiéndome la bondad de una persona respetable.

Tú, que sabiéndote enfermo

tanto sufriste por mí,

ahora yo te quisiera decir,

que tu niña querida,

la que creías desprotegida

hoy se siente feliz.

Y quisiera compartir contigo

todo lo hermoso vivido,

que tú no pudiste vivir.

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Mi madre vivió muchos años después, pero se pasó muchos de ellos en una silla de ruedas. No quería irse con mi hermana, porque según ella me protegía. Así que vivió como ella quería, en casa y cuidada por su hija querida, que era yo.  Y para mí fue una satisfacción muy grande. Ni con todo el dinero del mundo se puede comprar la paz que te queda después.

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FELIZ CUMPLEAÑOS

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El tiempo pasa

y con él pasaron 97 primaveras,

y en tu débil cuerpo

los años dejaron sus huellas.

 

E igual que las flores se marchitan

la vida va pasando,

pero el aroma de tus pétalos

mi hogar sigue perfumando.

Porque eres como una rosa

que el tiempo oscureció,

marchita, eso sí,

pero fresca en mi corazón.

Sin fuerzas en su tallo

para mantenerse erguida,

pero tan solo es el pesar de los años

sobre el esfuerzo de la vida.

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Eres una ramita que el otoño desnudó

llevándose el brillo de sus hojas Y con ellas su esplendor,

pero, aun así, con tu ramita desnuda y tus pétalos caídos,

eres para mí la flor más hermosa que he conocido.

Y es por eso, que en esta primavera

cuando de nuevo florece,

yo te ofrezco mi vida entera

si con ello, la tuya crece.

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Ya sé que estás cansada,

que no quieres sumar más años,

pero, aun así, yo te quiero decir:

¡Felicidades! Y que las primaveras vayan pasando.

.

30 de marzo de 2009

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Aprovecho el momento para decir que tengo tres libros, dos de cuentos y uno de poesías llamado "Entre magia y fantasía", "Habitantes en el planeta" y "Sentimientos en versos", que podrán encontrar en internet con mi nombre, Piedad Martos Lorente.

miércoles, 1 de mayo de 2024

De nuevo cuento lo que me pasó

Hoy me dirijo a ti, amigo Teclas, con el fin de contarte algunas cosas que hace tiempo te expliqué, pero que seguramente ya se te han olvidado y ya no te acuerdas. ¿Te acuerdas cuando perdí la vista? bueno, no te pregunto el día que la perdí, sino cuando te lo expliqué hace algún tiempo.

Ahora te cuento otra vez y de paso le cuento también a todos mis amigos que me leen y, que algunos dirán, ¿cuánto tiempo hará que perdió la vista?

Pues tenía nueve años y la perdí en un segundo.

Vivíamos en el campo y me encontré con un artefacto. Lo manipulé para ver su contenido, pero no llegué a ver nada, porque me explotó y ahí se acabó todo. Digo se acabó todo… o empezamos todo… Sí, se acabó mi infancia y mi adolescencia y empezó un largo sufrimiento de operaciones, tratamientos, etcétera, etcétera.

En un segundo el día se hizo noche y las estrellas dejaron de brillar para siempre, así como el cielo azul y las nubes blancas que parecían figuras.

Después de muchas operaciones y demás, volví a ver una mínima parte con un ojo, con la cual yo estaba contentísima, pero la alegría dura poco.

Unos años después se complicaron las cosas y lo he ido perdiendo todo, hasta el punto de no ver ni la claridad, así que vuelvo a estar como al principio. Pero no crean que me vine a bajo y me hundí. Cogí el toro por los cuernos y seguí haciendo lo mismo de antes. Es decir, lavando, planchando, fregando, etcétera. Y no crean que lo hacía mal, sino todo lo contrario. Me tomaba el tiempo que necesitaba, pero las cosas las hacía bien. Las camisas, las rayas de los pantalones… ay, los pantalones. Mi marido iba siempre más ancho y orgulloso con su señora… Siempre me celebraba. Pero, en fin, todo pasa y esta etapa de mi vida ya ha pasado y lo que antes hacía ahora no puedo por el ictus.

Y eso es todo, amigo Teclas. No quiero aburrir a mis amigos que me leen, pero tengo tema para escribir un libro si quisiera. Ah, y que no pasa nada, que las cosillas de esta vida muchos la toman a pecho, yo las cojo por delante y a la espalda me las hecho.

 

 .

En el campo yo vivía

en contacto con la naturaleza,

y el cielo yo tenía

limpio de impureza.

Porque nada lo enturbiaba

ni en invierno ni en verano,

y las estrellas parecía

que las cogía con la mano.

Pero un día dejaron de brillar

porque así lo quiso el destino,

quitándome las cosas más bonitas

y poniéndome obstáculos en el camino.

Ya no podía correr

ni estudiarme la lección,

ni cogía flores silvestres,

ni veía los rayos del sol.

Pero, aun así, doy gracias a Dios

por lo que tuve y fui,

olvidándome del dolor

y de todo aquello que me hizo sufrí.

 

Piedad Martos Lorente

lunes, 1 de abril de 2024

Quisiera ver estas cosas

QUISIERA VER…

. 

Quisiera ver las llamas

que hace el fuego encendido,

y ver el jugueteo

que entre ellas llevan prendido.

Quisiera ver los colores

que tiene el universo,

y en la variedad que tiene

escribir sobre ello.

Quisiera ver los pájaros volar

con el palito en el pico,

y en la rama de un árbol

formarse su nido.

 .

Quisiera ver el horizonte

y con él el nuevo amanecer,

ver los rayos del sol

que se pone a la atardecer.

Quisiera ver el paisaje

del cielo y la montaña,

con los picos erguidos

bajo las nubes blancas.

Quisiera ver la noche plateada

de estrellas y luna llena,

y ver el resplandor

que en la escuridad deja.

Quisiera ver el paisaje

que ofrece la naturaleza,

y ver esos pequeños detalles

con toda su riqueza.

 .

Quisiera ver el paisaje

de las olas del mar,

lamiendo la arena

para poderla besar.

Quisiera verla de blanca espuma

y azul como el cielo,

las olas vienen y van

y a lo lejos, un barco con pasajeros.

Quisiera ver la playa

con su gente y sus sombrillas,

con sus alegres coloridos

y bajo sus sombras, las sillas.

 .

Quisiera ver un cuadro

no importa su contenido,

si es una imagen o una flor

o simplemente algo querido.

Quisiera… quisiera ver esas cosas

que pasan desapercibidas,

pero esas cosas no existen

porque para los ciegos están prohibidas.

 .

Piedad Martos Lorente