jueves, 11 de julio de 2024

PARA NIÑOS Y MAYORES

Hola, amigos y amigas. Estamos en vacaciones y tendrán hijos y nietos dispuestos a escuchar un cuento. Pues bien, yo les dejo este esperando que le guste.
Lo escribí antes de tener el ictus.
.
LA CUENTISTA
Había una vez una Cuentacuentos que siempre tenía algún cuento para contar a todos
los niños que deseaban escuchar sus historias.
Un día de primavera, cuando ésta estaba en todo su esplendor, salió a pasear
deleitándose con las flores de los jardines. Le encantaba la naturaleza, así que se sentó
en un banco de un parque a la sombra de los árboles florecidos que lo rodeaban. Desde
allí observaba a los niños que jugaban alegres y contentos con sus juguetes preferidos,
mientras otros corrían detrás de la pelota. Podía oler el aroma de las flores y oír el trino
de los pajarillos al tiempo que contemplaba la zona infantil, rebosante de vida, risas y
felicidad.
Distraída en los juegos de los chavales, no se dio cuenta que ella también era observada
desde el otro extremo del parque. De pronto, se vio rodeada por un grupito de niños y
niñas que preguntaban todos a la vez:
-¿Cómo te llamas? Tú eres la cuentista de los cuentos, ¿verdad? ¿Por qué estás aquí?
¿Nos vas a contar un cuento?
La Cuentacuentos sonrió dulce y afable, al tiempo que preguntaba:
-¿De verdad queréis que os cuente un cuento?
-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! –gritaron todos contentos.
-Pues vamos allá.
Érase una vez dos niñas llamadas Adelaida y Elizabeth, que vivían en el campo muy
lejos de la ciudad. Las personas que habitaban en aquel lugar eran todas muy pobres.
Adelaida vivía con sus papás y sus hermanos mayores. Su casa estaba construida dentro
de una cueva. No tenían agua, por lo que tenía que ir a la fuente o al río a por ella con
un cántaro. Tampoco tenían luz eléctrica para alumbrarse cuando era de noche. Se
alumbraban con un candil de aceite, en el cual se le ponía una especie de mecha para
que ardiera y su llama, similar a la de una vela, daba luz a la estancia. Cuando iban de
una habitación a otra, cogían el candil en la mano y así veían por donde andaban.
Elizabeth vivía con sus papás y dos hermanos más pequeños que ella, en otra casa
similar y en las mismas condiciones que la de Adelaida.
Estas dos niñas eran amigas inseparables. Siempre estaban juntas. Jugaban sin juguetes
porque la pobreza de su familia no le permitía comprar ninguno, pero aun así, eran muy
felices.
Adelaida se construía ella misma sus casitas en la tierra, igual que su papá construyó la
vivienda donde vivía junto con su familia. Cuando a su mamá se le rompía algún plato,
Adelaida cogía los trozos rotos ya que era lo único que podía aportar a su casita. Esos
trozos de loza era lo más parecido a los juguetes de cocina. También se hacía las
muñecas de trapo, que compartía con Elizabeth.
Un día pasó algo terrible. El destino negro de Adelaida se cruzó en su camino
sembrando toda su crueldad, la cual alcanzó a la niña plenamente.
En menos de un segundo los ojos de Adelaida se quedaron sin luz.
Ya no podía correr por el campo con su amiga, ni jugar al escondite. No podía ver las
estrellas en la oscuridad de la noche, el cielo azul, las nubes blancas, los pajarillos en los
nidos, las flores silvestres ni muchas cosas más. Pero a pesar de todo, no perdía la
esperanza de que algún día volvería a ver y todo sería igual que antes.
Lo que la niña ignoraba era que los ojos de Elizabeth serían para ella la luz que los
suyos no tenían para guiarla en sus pasos, en sus juegos y correrías por el campo, así
como para leer. La mamá de Elizabeth compró cuentos para que ésta, con la gracia que
solo ella sabía, se los leyera a su amiga querida. A Adelaida le encantaba oír aquellas
historias impresas en aquellos cuentos ilustrados, que tampoco veía, pero que sus
personajes cobraban vida en la voz de su amiga. Y es que Elizabeth leía tan bien… que
Adelaida se quedaba extasiada.
Después de todo tenía suerte, pensaba la niña, de tener una amiga como ella. Su amiga
del alma, la que nunca olvidaría por muchos años que pasaran, como tan poco olvidaría
el calor de la mano en la que apoyaba la suya para dejarse llevar, la bondad de su
corazón con la que la arropaba y aquellas historias que le leía.
Adelaida creció y se hizo mayor, pero también se hizo fuerte, muy fuerte y luchó contra
su destino y contra los obstáculos que encontraba a su paso por la vida. No veía con los
ojos, pero veía con los demás sentidos, sobre todo con el tacto. Amaba a la naturaleza y
a las personas de buen corazón. Y aunque ya no vivía en aquel lugar, en su mente
conservaba las imágenes de cuando veía y en su corazón, el cariño que siempre le tuvo a
su amiga, ahora separadas por la distancia.
Cuando acabó su narración, los niños y niñas aplaudieron a la cuentista. Les había
contado un cuento, pero no había contestado a una de las preguntas.
-¿Cómo te llamas? -había preguntado una niña, la cual volvía a repetir la pregunta.
Ella contestó:
-No importa el nombre, pero llámame Victoria, como la victoria que obtuvo Adelaida al
luchar para superarse ante su destino.
Piedad Martos Lorente
 

sábado, 1 de junio de 2024

CONTINUO CON EL MISMO TEMA

Así es, amigas y amigos todos. Mi vida ha sido (y lo es) muy dura, pero ¿quién no le ha pasado algo en su vida? A nadie, porque a todo el mundo le ha pasado alguna cosa, aunque de distintas maneras, pero al finar son sufrimientos.

Mis padres padecieron mucho con lo que me pasó, hasta el punto que estaban dispuestos a darme un ojo cada uno. No sé si lo hubieran podido hacer porque el médico le dio esperanza antes que ellos le preguntaran y por otra parte estaba yo, que se me erizaba la piel solo de pensarlo. Años después, cuando empecé a perder la vista de nuevo le pregunté a otro oftalmólogo si podría hacerme un trasplante, y me dijo que no, pues tenía los ojos quemados y no podían hacer nada.

Mi padre murió muy joven y no me pudo ver como fui prosperando.

. 

A MI PADRE

 .

Hace mucho tiempo que no oigo tu voz

y apenas recuerdo tu imagen,

pero sí conservo el mensaje

que, con amor de buen padre,

tú me supiste entregar

transmitiéndome la bondad de una persona respetable.

Tú, que sabiéndote enfermo

tanto sufriste por mí,

ahora yo te quisiera decir,

que tu niña querida,

la que creías desprotegida

hoy se siente feliz.

Y quisiera compartir contigo

todo lo hermoso vivido,

que tú no pudiste vivir.

.

Mi madre vivió muchos años después, pero se pasó muchos de ellos en una silla de ruedas. No quería irse con mi hermana, porque según ella me protegía. Así que vivió como ella quería, en casa y cuidada por su hija querida, que era yo.  Y para mí fue una satisfacción muy grande. Ni con todo el dinero del mundo se puede comprar la paz que te queda después.

.

FELIZ CUMPLEAÑOS

.

El tiempo pasa

y con él pasaron 97 primaveras,

y en tu débil cuerpo

los años dejaron sus huellas.

 

E igual que las flores se marchitan

la vida va pasando,

pero el aroma de tus pétalos

mi hogar sigue perfumando.

Porque eres como una rosa

que el tiempo oscureció,

marchita, eso sí,

pero fresca en mi corazón.

Sin fuerzas en su tallo

para mantenerse erguida,

pero tan solo es el pesar de los años

sobre el esfuerzo de la vida.

.

Eres una ramita que el otoño desnudó

llevándose el brillo de sus hojas Y con ellas su esplendor,

pero, aun así, con tu ramita desnuda y tus pétalos caídos,

eres para mí la flor más hermosa que he conocido.

Y es por eso, que en esta primavera

cuando de nuevo florece,

yo te ofrezco mi vida entera

si con ello, la tuya crece.

.

Ya sé que estás cansada,

que no quieres sumar más años,

pero, aun así, yo te quiero decir:

¡Felicidades! Y que las primaveras vayan pasando.

.

30 de marzo de 2009

.

 

Aprovecho el momento para decir que tengo tres libros, dos de cuentos y uno de poesías llamado "Entre magia y fantasía", "Habitantes en el planeta" y "Sentimientos en versos", que podrán encontrar en internet con mi nombre, Piedad Martos Lorente.

miércoles, 1 de mayo de 2024

De nuevo cuento lo que me pasó

Hoy me dirijo a ti, amigo Teclas, con el fin de contarte algunas cosas que hace tiempo te expliqué, pero que seguramente ya se te han olvidado y ya no te acuerdas. ¿Te acuerdas cuando perdí la vista? bueno, no te pregunto el día que la perdí, sino cuando te lo expliqué hace algún tiempo.

Ahora te cuento otra vez y de paso le cuento también a todos mis amigos que me leen y, que algunos dirán, ¿cuánto tiempo hará que perdió la vista?

Pues tenía nueve años y la perdí en un segundo.

Vivíamos en el campo y me encontré con un artefacto. Lo manipulé para ver su contenido, pero no llegué a ver nada, porque me explotó y ahí se acabó todo. Digo se acabó todo… o empezamos todo… Sí, se acabó mi infancia y mi adolescencia y empezó un largo sufrimiento de operaciones, tratamientos, etcétera, etcétera.

En un segundo el día se hizo noche y las estrellas dejaron de brillar para siempre, así como el cielo azul y las nubes blancas que parecían figuras.

Después de muchas operaciones y demás, volví a ver una mínima parte con un ojo, con la cual yo estaba contentísima, pero la alegría dura poco.

Unos años después se complicaron las cosas y lo he ido perdiendo todo, hasta el punto de no ver ni la claridad, así que vuelvo a estar como al principio. Pero no crean que me vine a bajo y me hundí. Cogí el toro por los cuernos y seguí haciendo lo mismo de antes. Es decir, lavando, planchando, fregando, etcétera. Y no crean que lo hacía mal, sino todo lo contrario. Me tomaba el tiempo que necesitaba, pero las cosas las hacía bien. Las camisas, las rayas de los pantalones… ay, los pantalones. Mi marido iba siempre más ancho y orgulloso con su señora… Siempre me celebraba. Pero, en fin, todo pasa y esta etapa de mi vida ya ha pasado y lo que antes hacía ahora no puedo por el ictus.

Y eso es todo, amigo Teclas. No quiero aburrir a mis amigos que me leen, pero tengo tema para escribir un libro si quisiera. Ah, y que no pasa nada, que las cosillas de esta vida muchos la toman a pecho, yo las cojo por delante y a la espalda me las hecho.

 

 .

En el campo yo vivía

en contacto con la naturaleza,

y el cielo yo tenía

limpio de impureza.

Porque nada lo enturbiaba

ni en invierno ni en verano,

y las estrellas parecía

que las cogía con la mano.

Pero un día dejaron de brillar

porque así lo quiso el destino,

quitándome las cosas más bonitas

y poniéndome obstáculos en el camino.

Ya no podía correr

ni estudiarme la lección,

ni cogía flores silvestres,

ni veía los rayos del sol.

Pero, aun así, doy gracias a Dios

por lo que tuve y fui,

olvidándome del dolor

y de todo aquello que me hizo sufrí.

 

Piedad Martos Lorente

lunes, 1 de abril de 2024

Quisiera ver estas cosas

QUISIERA VER…

. 

Quisiera ver las llamas

que hace el fuego encendido,

y ver el jugueteo

que entre ellas llevan prendido.

Quisiera ver los colores

que tiene el universo,

y en la variedad que tiene

escribir sobre ello.

Quisiera ver los pájaros volar

con el palito en el pico,

y en la rama de un árbol

formarse su nido.

 .

Quisiera ver el horizonte

y con él el nuevo amanecer,

ver los rayos del sol

que se pone a la atardecer.

Quisiera ver el paisaje

del cielo y la montaña,

con los picos erguidos

bajo las nubes blancas.

Quisiera ver la noche plateada

de estrellas y luna llena,

y ver el resplandor

que en la escuridad deja.

Quisiera ver el paisaje

que ofrece la naturaleza,

y ver esos pequeños detalles

con toda su riqueza.

 .

Quisiera ver el paisaje

de las olas del mar,

lamiendo la arena

para poderla besar.

Quisiera verla de blanca espuma

y azul como el cielo,

las olas vienen y van

y a lo lejos, un barco con pasajeros.

Quisiera ver la playa

con su gente y sus sombrillas,

con sus alegres coloridos

y bajo sus sombras, las sillas.

 .

Quisiera ver un cuadro

no importa su contenido,

si es una imagen o una flor

o simplemente algo querido.

Quisiera… quisiera ver esas cosas

que pasan desapercibidas,

pero esas cosas no existen

porque para los ciegos están prohibidas.

 .

Piedad Martos Lorente

 

viernes, 1 de marzo de 2024

Oigo música de fondo

LA MÚSICA ME LLEVA A PAISAJES LEJANOS

 

Oigo música de fondo

en una mañana resplandeciente,

donde se respira paz y armonía

al ver el sol brillar alegremente.

Y sumida en mis pensamientos

me voy alejando del presente,

para reunirme con ellos

en los paisajes que llevo en la mente.

Cuando luz tenían mis ojos

y las florecillas del campo me sonreían,

yo las acariciaba con mis manos

y las hacía mías.

Porque eran flores silvestres

las pequeñas maravillas,

nacidas en el campo

de color amarillas.

Había de todos los colores

rojo, blanco y morado,

que guardo en mi retina

los colores más preciados.

roja era la amapola

y morado el lirio estaba,

por saber de mis amores

a la margarita le preguntaba.

Y encerrada en mis pensamientos

oigo vagamente,

la música de otros tiempos

y veo las flores silvestres.

La flor del paraíso

pequeña y sin ningún misterio,

pero el olor que deja

baña el universo.

Porque fino es su perfume

como el color de su flor,

amarillo pálido es

y van unidos aromas con color.

La retama florecida

de amarillo se vestía,

y entre los verdes pinos

con el sol resplandecía.

A la sombra de un olivo

me paro a descansar,

y a lo lejos diviso

las flores de un almendral.

Y tantos paisajes son

los que guardo en mi mente,

que, aunque ya han pasado los años

se mantienen vivos y permanentes.

 .

 

Piedad Martos Lorente

viernes, 2 de febrero de 2024

UN RELATO

Esta vez cambio de tema, escrito recientemente.
 
una noche gelida trajo la felicidad.pdf
UNA NOCHE GÉLIDA TRAJO LA FELICIDAD
La noche estaba fría como un témpano de hielo. La nieve que había caído durante el día, ahora
se estaba helando, por lo que se hacía imposible andar. Daba miedo solo mirar por la ventana y
ver las calles desiertas. El viento empezaba a soplar con intensidad, hasta el punto que se hacía
violento. Se oía silbar por la chimenea como el que pide ayuda para poder entrar. El crepitar de
la lumbre era el único sonido que había en la habitación en aquellos momentos, a parte del
que se oía desde fuera. Las llamas del fuego parecían estar jugando entre ellas, una baja y otra
sube, con el propósito de no aburrir a sus habitantes.
Eran dos personas las que allí vivían y las dos guardaban silencio ya que las dos estaban
leyendo un libro.
Después de cenar apagaron el televisor, tomaron asiento uno frente al otro al lado de la
hoguera y reanudaron su lectura. La velada era larga y a los dos le tenían intrigados, cada uno
con su historia, explicado en aquellas páginas que parecían estar viviendo en vivo y directo.
Cada vez se sentía más ruido en la calle, como si alguien estuviese llamando a la puerta.
-¿Has oído Fidel lo mismo que yo? -Preguntó la mujer-.
-Es el viento que ha apretado -contestó él y siguió leyendo.
La mujer siguió puniendo oído a ver si diferenciaba los golpes que se oían en la puerta, cuando
oyó otra vez los mismos golpes de hacía un momento, pero esta vez iba acompañado de un
grito masculino: ausilioooo.
-Están llamando -dijo ella.
-Quien será a estas horas con la noche que hace -dijo el hombre dirigiéndose a la puerta.
Elisa, que así se llamaba la mujer, le siguió los pasos a su marido, intrigada por el grito que
había oído.
Al abrir la puerta, una ráfaga de viento invadió la entrada y un hombre cayó de bruces sobre la
alfombra.
-¿Se encuentra mal? -Preguntó Fidel.
El visitante se desmayó y no podía contestar a la pregunta que le acababan de hacer. Fidel y
Elisa lo arrastraron hacia a dentro y cerraron la puerta, no sin antes echar una mirada fuera por
si había alguien más.
-Se ha desvanecido, no sabemos por qué, pero seguramente que será por el frío tan intenso.
Fidel le cogió las piernas y se las puso sobre sus hombros, al tiempo que las masajeaba. Unos
segundos después empezó a darse cuenta. Fidel le preguntó de nuevo.
-¿Se encuentra mal?
Tardó unos segundos en contestar, pues estaba aturdido y no sabía lo que le había pasado.
-Sí, se me está pasando.
-¿Viaja solo o con alguien? Hemos mirado, pero no hemos visto a nadie.
-Voy solo.
Fidel dejó caer las piernas con cuidado y lentamente lo pusieron en pie, no sin preguntarle si
estaba bien y si tenía ánimo de subir a riba. Él le dijo que sí. Así que empezaron a subir la
escalera con cuidado no caerse de nuevo. Pues estaba muy blanco y tenía mal color de cara.
Elisa lo miraba detenidamente sin que él se diera cuenta, pero había algo que llamaba su
atención.
-Tengo caldo hecho y voy a hacer un plato de sopa calentito, que le irá bien.
-No quisiera molestarla. Con dejarme que pase la noche aquí, para mí ya es suficiente. Me ha
parecido que había luz y por eso he insistido en llamar, aunque el timbre no les va, o por lo
menos yo no lo sentía.
-Debe ser el aire tan fuerte, que lo ha estropeado -contestó Fidel.
-Perdonen, no me he presentado. Me llamo Javier.
-Y yo Fidel. Tanto gusto.
Yo me llamo Elisa y me alegra conocerlo.
-El gusto es mío.
Los dos hombres conversaban mientras Elisa preparaba la sopa, pero sin dejar de mirarlo,
había algo en él que le intrigaba, aparte de que era más joven de lo que pensaba. Le puso la
mesa con la cena, mientras le preguntaba.
-¿Se ha calentado ya?
-Sí, gracias. Poco a poco voy entrando en calor. De no ser por ustedes ahora esta…ría… -Solo
con pensar en lo que le hubiese pasado, le cambió la cara.
-No piense en eso… venga a cenar. Fidel, echa más leña al fuego, que se está apagando.
Javier se sentía tan acogido, que se le escaparon dos lágrimas sin poder contenerlas por su
rostro entristecido.
-Perdonen. Estoy pasando una mala racha. Hace un mes, mis padres murieron en un accidente
de coche y todavía no me he recuperado.
-Lo siento mucho -dijo Elisa.
Fidel se acercó y poniendo la mano sobre su espalda le dijo:
-Tranquilo, y no te preocupes por nosotros. Desahógate.
Después de cenar con el estómago lleno y caliente, parecía más guapo y joven, hasta el punto
que Elisa no hacía más que mirarlo. Cuanto más lo miraba, más parecido le encontraba a su
marido. Los ojos, la nariz, la boca… hasta el pelo lo tenía igual que fidel.
-Como se nota que tenías frío. Has mejorado bastante, hasta el color de la cara. Ahora es más
natural y todo. Y si fueras hijo de mi marido no le parecerías tanto.
-Ya me he dado cuenta que tienes un parecido a mí. ¿tienes muchos hermanos? -preguntó Fidel.
-No, solo yo.
-Estarás casado, ¿verdad?
-No señor, no estoy casado. Estoy más solo que la una.
-Vaya por Dios, eso sí que es triste. Nosotros tendríamos ahora un hijo de treinta y tres años si
Dios hubiese querido que naciera vivo.
-Treinta y tres años… los mismos que tengo yo. Los cumplí en septiembre.
-¿En septiembre? -preguntó Elisa- y ¿qué día de septiembre?
-El día catorce.
-El mismo día que mi hijo -dijo la mujer con voz emocionante anhelando que fuera verdad lo
que por su mente pensaba en aquellos momentos. Pero no dijo nada.
Fidel y Elisa tenían un mismo pensamiento. Aquel joven era su hijo. Un hijo que le robaron el
día que nació, mientras ellos fueron engañados.
-Sí, ese día nació mi hijo -continuó Elisa-. Lo poco que vi de él lo recuerdo perfectamente como
si fuera ayer. Digo lo poco que vi porque no me lo enseñaron, pero lloraba con unas fuerzas…
Luego nos dijeron que había muerto. Que había nacido muy débil y no se recuperó, pero
tampoco nos lo enseñaron.
-¿Qué no le enseñaron el bebé?
-No -afirmó Fidel-. Nos dijeron que estaba mal formado y que mejor sería que no lo viéramos
para no recordarlo de aquella manera.
-Pues vaya. ¿Han tenido más hijos después?
-Ni antes ni después -dijo Elisa-. Probamos, pero no quisieron venir, además, nos quedamos
desilusionados y no quisimos ir al médico.
Por casualidad, ¿tienes alguna mancha en el cuerpo de nacimiento? Es solo una curiosidad -
continuó la mujer.
-Pues sí, tengo una mancha en la espalda casi en el hombro. ¿Por qué me pregunta usted eso?
-Porque yo también tengo una mancha.
Javier estaba aturdido. Lo que le estaba pasando esa noche era increíble. El parecido al dueño
de la casa y ahora la señora le pregunta si tiene una mancha, la fecha de nacimiento de su hijo
y la edad de ambos…
-Dios mío. no quiero ni pensarlo… Cómo es posible que mis padres hayan…
Y entre las dudas, llegaron a altas horas de la madrugada, pensando si aquel sería su hijo. El
viento se había aplacado y empezaba a nevar de nuevo.
-Vamos a dormir, que la noche otra vez se viste de blanco -comentó Fidel-. Prepárale la cama a
Javier, que estará cansado. Ah, y prepárale la que iba a ser de nuestro hijo, que la estrene él.
Piedad Martos Lorente

martes, 9 de enero de 2024

UN CUENTO

Queridos todos. Espero y deseo que este año, 2024 nos traiga salud para todos, que es lo más importante
Yo os dejo un cuento que hace algunos años que lo escribí. Espero que os guste.
.
El gato Mojines
siempre va en patines,
corre de noche y de día
porque tiene mucha energía.
Es amable y cariñoso,
lo que lo hace más hermoso.
Saluda con simpatía,
pregunta amablemente
y ofrece su compañía.
Cuando va por el sendero al salir el sol,
se encuentra con un caracol…
Bueno, mejor dicho, es una caracolilla
que descansa en la orilla.
-Hola, Caracola,
¿qué haces aquí tan sola?
-Espero a un amigo
que me acompañe en el camino.
-¿Seré yo el afortunado
que pasee a tu lado?
-Tú eres veloz como el viento,
en cambio yo… yo…
mi paseo es muy lento.
Mojines se despide
y su camino sigue,
hasta un nuevo encuentro
que lo pondrá contento.
-Hola, mariposa,
¿qué haces tan hermosa?
-Bañarme en el rocío de la rosa.
-¿Te ayudo?
-No, gracias, eres muy forzudo.
Yo soy tan frágil…
que sin querer,
mis alas puedes romper.
-Pues que tú te bañes bien.
Yo sigo con lo mío,
que hoy salí a correr.
Mojines sobre sus patines
por el campo corría,
saludando a los amiguitos
que por allí había.
-Hola, bella hormiga,
¿a dónde vas con ese grano de trigo?
¿Quieres que te ayude este amigo?
-Lo llevo a mi granero
y, aunque eres un gran caballero,
no me puedes ayudar
porque en él no puedes entrar.
-Pues sigue trabajando
y no te hagas daño,
guárdate la comida
de todo el año.
Entre romero y tomillo,
Mojines paseaba
y, alegre,
a las abejas saludaba.
-Hola, abejita,
¿qué haces picando las flores?
-Fabricamos miel
de todos los sabores.
-¿Aceptas mi ayuda?
-¿Tú?… ¿con tu estatura?
Te agradezco el ofrecimiento,
eres un gato muy dispuesto,
pero este trabajo es solo nuestro.
El gato de allí se retiraba
y sus amigos atrás se quedaban.
Cogió tal velocidad,
que sin darse cuenta,
a la charca fue a parar.
Las ranas que allí se bañaban,
al oír tal zambullido,
todas gritaron en un chillido:
-¡Croak, croak!
¡Mojines en nuestra charca!,
¿cómo lo vamos a sacar?
El pobre animal,
al verse en aquel estado,
temblaba asustado.
Las ranitas corrieron a socorrerlo,
¿pero cómo sacarlo?
¿De dónde cogerlo?
Una lo coge del rabo,
dos de las orejas,
cuatro de las patitas,
la última lo toca
y, después, lo deja.
-Así no lo podemos sacar
pero si lo dejamos en el agua,
se puede ahogar.
Nosotras somos pequeñas
él es muy grande,
y con esos patines tan pesados,
no hay quien lo saque.
-Tengo una idea:
le quitamos los patines
que así pesará menos,
y probamos todas juntas
a ver si podemos.
Así lo hicieron,
y, aunque lo probaron de todas formas,
sacarlo no pudieron.
¡Pobre felino,
él que es tan servicial,
si sigue en el agua se va a asfixiar!
La lucha era intensa,
las ranitas estaban sudando
y el pobre gato,
de frío, tiritando.
-¡No puedo más!
–gritó una de ellas sin poder respirar.
-¡No te rindas, sigue adelante
y tira del rabo aunque sea grande!
-¡Alto! –ordenó la más inteligente
poniéndose la mano en la frente-
Nos vamos a meter debajo de su barriga
y, todas a una, saltaremos hacia arriba.
-¿Vamos? Una, dos y tres,
saltamos otra vez.
Una, dos y tres.
El gato calló a la orilla
como si fuera una colilla.
No tenía fuerza,
le dolían las patas y la cabeza.
Se puso en pie sujetándose las costillas,
pero como no llevaba los patines,
la hierba en los pies le hacía cosquillas.
Mas de pronto,
al suelo calló desplomado,
¡casi desmayado!
-¿Ahora qué voy a hacer?
–se preguntaba angustiado-
Sin patines no puedo correr.
Y mientras él pensaba,
las ranas los patines sacaban.
Los colocaron en sus patas en un momento
y Mojines se puso la mar de contento.
Dio las gracias a las ranas
y de nuevo salió corriendo.
Piedad Martos Lorente.