martes, 25 de febrero de 2020

MÁS CUENTOS

EL HIJO DEL VIGILANTE

 

Jesús era un niño de cuatro años de edad que vivía con sus padres, Juan y Mercedes. Le pusieron el nombre de Jesús porque nació el día de nochebuena y, como era tan bonito… ¡parecía un niño Jesús recién nacido! Sus padres estaban tan felices que daban gracias a Dios por el regalo tan grande que habían recibido. El nacimiento de su hijo… El tesoro de su vida. Era sangre de su sangre y amor de sus amores.

Juan y Mercedes tenían razón. Jesús era un niño muy bonito, alegre y simpático, que se ganó el cariño de todos aquellos que lo conocían. Tenía el cabello rubio y rizado. Sus ojos azules desprendían la luz que iluminaba la casa y, la sonrisa de sus labios la llenaban de alegría.

Juan trabajaba en un museo de cera como vigilante y encargado del mantenimiento del local. Su vivienda estaba adosada al museo por la parte trasera. Se comunicaba con el edificio a través del jardín interior de la casa.

Cuando no tenía colegio, Jesús se escapaba de su casa y se iba con su padre a su puesto de trabajo. Juan le advertía:

-Pórtate bien y no me hagas enfadar. Si mi jefe te encuentra por aquí, me puede despedir y entonces perdería mi trabajo. Y si pierdo mi trabajo no tendremos dinero, y si no tenemos dinero, no podremos comprar comida, ni tú tendrás juguetes. ¿Entendido?

-Sí, Papá.

-Si vienen turistas, quédate inmóvil, como esas figuras de cera. No respires ni parpadees siquiera.

-Sí, papá.

El niño correteaba por los pasillos entre personajes y personajes, fijándose en cada posición de las figuras imitándolos de igual forma.

 

Un día de verano, Jesús se bañaba en una piscina inflable que su padre había instalado en el jardín. A pesar de que le gustaba mucho el agua, pensó buscar entre sus juguetes alguna cosa que le entretuviera, al tiempo que se refrescaba. Así pues, removió los cachivaches de una caja y cuál fue su sorpresa, al encontrar en su interior una flecha que atravesaba un corazón. Ya no recordaba aquel objeto, complemento del disfraz de cupido con el que se disfrazó el año anterior.

Loco de alegría por su hallazgo, se introdujo en el pasillo que conducía al museo con el fin de enseñarle a su padre su nuevo juguete. Entró en la sala como un torbellino, pero al instante quedó inmóvil al oír voces desconocidas. Recordó la advertencia de su padre y con la flecha en sus manos, desnudo y descalzo, se quedó plantado en una esquina del pasillo como una estatua sin apenas respirar ni parpadear. Desde allí observó cómo un grupo de gente se acercaba hacia donde él estaba. Al parecer, todos eran miembros de una sola familia.

-Mira, mamá, ¡un cupido! Dijo una joven adolescente.

-No grites, niña, que nos van a llamar la atención –dijo la madre.

"¡Arrea, ya me han visto! Si me descubren estoy perdido, entonces… mi padre… ¡No tendremos dinero ni me comprarán juguetes!" –pensó el pequeño al verse sorprendido.

-Es verdad, está allí, ¿no lo ves? ¡Está apuntando con la flecha hacia mí! ¡Eso quiere decir que aquí está el amor de mi vida!

-¡Pero qué tonterías estás diciendo, hija!

El niño sigue en la misma posición deseando que la familia desaparezca lo antes posible.

"Ay, ay, tengo ganas de hacer pipí y me parece que me lo voy a hacer encima" –se decía el niño, reprimiendo las ganas de salir corriendo.

-Mamá, yo quiero ese cupido.

-No seas caprichosa y calla. Pareces una niña pequeña, en lugar de una mocita.

"¡Qué pesada es… y yo me estoy haciendo pipí!"

-Pero es que no ves, mamá, que bonito es. Parece que me mira y me sonríe.

"¡Y dale otra vez con lo mismo! Que me me…ooo."

 

A pesar de su esfuerzo, el pequeño ya no pudo aguantar más y dejó escapar un hilito suavemente por su miembro viril, que ante la mirada de la muchacha, salió de entre sus piernas dispuesto a regar el suelo formando un arco como el de cualquier surtidor.

El resto del grupo observaban atentos algunos personajes importantes que habían llamado su atención, ignorando la presencia de Jesús. Mientras, la muchacha seguía insistiendo que quería aquel cupido.

-No insistas, hija. Esto no es una tienda en la que se puede comprar su contenido. Es un museo, así que compórtate como una señorita.

-Ya sé que es un museo. Pero ese cupido es especial y yo lo quiero. Ha hecho pipi y todo.

-¿Cómo que ha hecho pipi?

-Sí, bueno, creo que era pipi… ¿Volvemos a verlo?

-Ya lo hemos visto.

-Pero…

-No hay peros que valgan –respondió la señora bruscamente, cansada ya por la actitud de su hija.

Si el grupo se hubiese vuelto, no habría podido comprobar lo que la joven afirmaba. Cuanto Jesús se vio libre de aquellos ojos, se escapó corriendo por donde había venido. Dejó la flecha en la caja de los juguetes y con aquella sonrisa simpática, se metió en la piscina como si no hubiera ocurrido nada.

 

 

Piedad Martos Lorente

 

noviembre 2019

 

18 comentarios:

Piedad dijo...

Amigas y amigos, os dejo este cuento esperando que sea de vuestro agrado... bueno, mejor dicho, de vuestros pequeños si os gusta contárselo.

de nuevo os doy las gracias por vuestros comentarios los cuales agradezco de todo corazón, ya que con ello recibo una buena dosis de ánimo. Pues a veces, estos están por los suelos.

Abrazos y mis mejores deseos para todos y todas.

CHARO dijo...

Bonito y gracioso cuento, pensé que le pillaban al pobre Jesús esa familia.Besicos

Elda dijo...

Que cuento más hermoso Piedad, es muy original y divertido por la situación.
Me ha encantado, mis felicitaciones por él.
Un beso.

Conchi dijo...

Pobre Jesús, y la niña sin querer irse, un cuento muy divertido Piedad, gracias.

Besos.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

el cuento es para todas las edades me encanto leerlo Piedad , mis saludos y un abrazo . jr.,

Marina-Emer dijo...

Mi querida amiga ya de tantos años: Perdona que no te contestara antes ,he tenido muy mala temporada y aún me encuentro muy baja de Ánimos y moral, me da por llorar y no soy capaz de pensar que la vida es para aprovecharla, al revés es como si el presente ya no me importara nada .
Te felicito por los bonitos cuentos que escribes ,anoche al ver tu entrada a mi blog se lo decía yo a mis hijos ,los años de amistad que nos unen ,y como hemos luchado yo sin mi marido y tú mucho después pero la soledad es triste cuando aquél compañero de la vida que nos llenaba de amor los día, nos deja para siempre y en ese cielo nos espera . Aquí en los blogs tenemos grandes amigos que yo como a ti les tengo cariño como si fueran familia mía .
Sigue escribiendo y recordándome siempre.
Besos

Marina Filgueira dijo...

¡Hola, Piedad!

¡Qué cosa más linda este cuento! Un gusto leerlo, reina. He pasado un rato súper entretenido con este Jesús cupido. Piedad eres una gran escritora y te felicito, venga esos ánimos arriba, amiga, bien altos, que por los suelos solo nos producen fatiga, adelante siempre.

Te dejo mi inmensa gratitud y estima.
Un abrazo largo y se muy. Muy feliz.
Besitos y bendiciones.

Flor dijo...

Hola Piedad , vaya momento menos mal que la madre no le hizo caso a la hija
si no ven que el cupido era de verdad , me lo estoy imaginado y vaya rato debió
pasar , me a gustado mucho tu cuento , me alegro de volver a leerte hacía mucho tiempo
que no pasaba por aquí, espero volver a ponerme al día con todos vosotros , ya que últimamente de salud con las lumbares y el estomago ando mal , te deseo amiga mía una feliz tarde
besos de flor.
pd , Aquí te dejo el enlace de mi blog nuevo , por si quieres leer mi primer relato detectivesco , espero que sea de tu agrado , cuídate.
https://pandoraysubaul.blogspot.com/2020/03/los-casos-del-detective-blanxart.html

Flor dijo...

Hola Piedad cariño , cada vez estoy más convencida que querer es poder
y la verdad es que aveces se me olvida , que personas invidentes tengan ese gran merito
como es el tuyo de ir , sin poder ver y visitar a los blogs amigos como es el mio , sin querer te envié el enlace como si nada , ya se que hay ordenadores que ya están preparados , pero eso no quita que también tienen su dificultad , perdóname amiga , pero tendré que investigar y nunca mejor dicho como hacerlo para facilitarte esta clases de tareas , gracias amiga por llegar hasta aquí , cosa que yo te agradezco enormemente , te deseo una feliz mañana airosa , besos de esta que te estima y te aprecia , besos de flor.

Julia López dijo...

Un cuento muy divertido que me ha hecho recordar una anécdota en una de mis visitas al museo de cera de Barcelona. Las salas están en semi penumbra. Me quedé embobada mirando a un señor ataviado con peluca blanca y librea escarlata, me parecía tan real, aunque no sabía de que personaje se trataba, hasta que la figura me guiñó un ojo, estuve riéndome toda la mañana, era un vigilante del museo, pero aguantó estoico mas de dos minutos mi mirada curiosa.
Besos

..NaNy.. dijo...

Hola paso de visita por tu blog me parece muy interesante y me encanta tu relato es muy entretenido y divertido me gusta. Saludos cordiales

Ernesto. dijo...

Gran abrazo Piedad. Buenas noches.

Manuel dijo...

Bonito y divertido cuento, narrado de forma tan amena, como tu solo sabes hacerlo.
Gracias, Piedad y un fuerte abrazo.

Kinga K. dijo...

Buen cuento :)

Mari Carmen dijo...


Tan ameno como divertido, me encanta.

¿Qué tal llevas esta situación? cuidate mucho, Piedad. Ojalá esto acabe pronto.

Un abrazo grandote.

Ernesto. dijo...

Cuídate Piedad!

Fuerte abrazo.

Bienaventurada dijo...

Que lindo cuento!!! Me ha gustado mucho, cuidate mucho y no salgas de casa, te dejo un abrazo con cariño.

Mari Carmen dijo...

Hola Piedad, paso a dejarte un besote y fuerte abrazo y el deseo que te cuides mucho.