Esta vez cambio de tema, escrito recientemente.
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  UNA NOCHE GÉLIDA TRAJO LA FELICIDAD 
  La noche estaba fría como un témpano de hielo. La nieve que había caído   durante el día, ahora 
  se estaba helando, por lo que se hacía imposible andar. Daba miedo solo   mirar por la ventana y 
  ver las calles desiertas. El viento empezaba a soplar con intensidad, hasta   el punto que se hacía 
  violento. Se oía silbar por la chimenea como el que pide ayuda para poder   entrar. El crepitar de 
  la lumbre era el único sonido que había en la habitación en aquellos   momentos, a parte del 
  que se oía desde fuera. Las llamas del fuego parecían estar jugando entre   ellas, una baja y otra 
  sube, con el propósito de no aburrir a sus habitantes. 
  Eran dos personas las que allí vivían y las dos guardaban silencio ya que   las dos estaban 
  leyendo un libro. 
  Después de cenar apagaron el televisor, tomaron asiento uno frente al otro   al lado de la 
  hoguera y reanudaron su lectura. La velada era larga y a los dos le tenían   intrigados, cada uno 
  con su historia, explicado en aquellas páginas que parecían estar viviendo   en vivo y directo. 
  Cada vez se sentía más ruido en la calle, como si alguien estuviese   llamando a la puerta. 
  -¿Has oído Fidel lo mismo que yo? -Preguntó la mujer-. 
  -Es el viento que ha apretado -contestó él y siguió leyendo. 
  La mujer siguió puniendo oído a ver si diferenciaba los golpes que se oían   en la puerta, cuando 
  oyó otra vez los mismos golpes de hacía un momento, pero esta vez iba   acompañado de un 
  grito masculino: ausilioooo. 
  -Están llamando -dijo ella. 
  -Quien será a estas horas con la noche que hace -dijo el hombre   dirigiéndose a la puerta. 
  Elisa, que así se llamaba la mujer, le siguió los pasos a su marido,   intrigada por el grito que 
  había oído. 
  Al abrir la puerta, una ráfaga de viento invadió la entrada y un hombre   cayó de bruces sobre la 
  alfombra. 
  -¿Se encuentra mal? -Preguntó Fidel. 
  El visitante se desmayó y no podía contestar a la pregunta que le acababan   de hacer. Fidel y 
  Elisa lo arrastraron hacia a dentro y cerraron la puerta, no sin antes   echar una mirada fuera por 
  si había alguien más. 
  -Se ha desvanecido, no sabemos por qué, pero seguramente que será por el   frío tan intenso. 
  Fidel le cogió las piernas y se las puso sobre sus hombros, al tiempo que   las masajeaba. Unos 
  segundos después empezó a darse cuenta. Fidel le preguntó de nuevo. 
  -¿Se encuentra mal? 
  Tardó unos segundos en contestar, pues estaba aturdido y no sabía lo que le   había pasado. 
  -Sí, se me está pasando. 
  -¿Viaja solo o con alguien? Hemos mirado, pero no hemos visto a nadie.   
  -Voy solo. 
  Fidel dejó caer las piernas con cuidado y lentamente lo pusieron en pie, no   sin preguntarle si 
  estaba bien y si tenía ánimo de subir a riba. Él le dijo que sí. Así que   empezaron a subir la 
  escalera con cuidado no caerse de nuevo. Pues estaba muy blanco y tenía mal   color de cara. 
  Elisa lo miraba detenidamente sin que él se diera cuenta, pero había algo   que llamaba su 
  atención. 
  -Tengo caldo hecho y voy a hacer un plato de sopa calentito, que le irá   bien. 
  -No quisiera molestarla. Con dejarme que pase la noche aquí, para mí ya es   suficiente. Me ha 
  parecido que había luz y por eso he insistido en llamar, aunque el timbre   no les va, o por lo 
  menos yo no lo sentía. 
  -Debe ser el aire tan fuerte, que lo ha estropeado -contestó Fidel. 
  -Perdonen, no me he presentado. Me llamo Javier. 
  -Y yo Fidel. Tanto gusto. 
  Yo me llamo Elisa y me alegra conocerlo. 
  -El gusto es mío. 
  Los dos hombres conversaban mientras Elisa preparaba la sopa, pero sin   dejar de mirarlo, 
  había algo en él que le intrigaba, aparte de que era más joven de lo que   pensaba. Le puso la 
  mesa con la cena, mientras le preguntaba. 
  -¿Se ha calentado ya? 
  -Sí, gracias. Poco a poco voy entrando en calor. De no ser por ustedes   ahora esta…ría… -Solo 
  con pensar en lo que le hubiese pasado, le cambió la cara. 
  -No piense en eso… venga a cenar. Fidel, echa más leña al fuego, que se   está apagando. 
  Javier se sentía tan acogido, que se le escaparon dos lágrimas sin poder   contenerlas por su 
  rostro entristecido. 
  -Perdonen. Estoy pasando una mala racha. Hace un mes, mis padres murieron   en un accidente 
  de coche y todavía no me he recuperado. 
  -Lo siento mucho -dijo Elisa. 
  Fidel se acercó y poniendo la mano sobre su espalda le dijo: 
  -Tranquilo, y no te preocupes por nosotros. Desahógate. 
  Después de cenar con el estómago lleno y caliente, parecía más guapo y   joven, hasta el punto 
  que Elisa no hacía más que mirarlo. Cuanto más lo miraba, más parecido le   encontraba a su 
  marido. Los ojos, la nariz, la boca… hasta el pelo lo tenía igual que   fidel. 
  -Como se nota que tenías frío. Has mejorado bastante, hasta el color de la   cara. Ahora es más 
  natural y todo. Y si fueras hijo de mi marido no le parecerías tanto.   
  -Ya me he dado cuenta que tienes un parecido a mí. ¿tienes muchos hermanos?   -preguntó Fidel. 
  -No, solo yo. 
  -Estarás casado, ¿verdad? 
  -No señor, no estoy casado. Estoy más solo que la una. 
  -Vaya por Dios, eso sí que es triste. Nosotros tendríamos ahora un hijo de   treinta y tres años si 
  Dios hubiese querido que naciera vivo. 
  -Treinta y tres años… los mismos que tengo yo. Los cumplí en septiembre.   
  -¿En septiembre? -preguntó Elisa- y ¿qué día de septiembre? 
  -El día catorce. 
  -El mismo día que mi hijo -dijo la mujer con voz emocionante anhelando que   fuera verdad lo 
  que por su mente pensaba en aquellos momentos. Pero no dijo nada. 
  Fidel y Elisa tenían un mismo pensamiento. Aquel joven era su hijo. Un hijo   que le robaron el 
  día que nació, mientras ellos fueron engañados. 
  -Sí, ese día nació mi hijo -continuó Elisa-. Lo poco que vi de él lo   recuerdo perfectamente como 
  si fuera ayer. Digo lo poco que vi porque no me lo enseñaron, pero lloraba   con unas fuerzas… 
  Luego nos dijeron que había muerto. Que había nacido muy débil y no se   recuperó, pero 
  tampoco nos lo enseñaron. 
  -¿Qué no le enseñaron el bebé? 
  -No -afirmó Fidel-. Nos dijeron que estaba mal formado y que mejor sería   que no lo viéramos 
  para no recordarlo de aquella manera. 
  -Pues vaya. ¿Han tenido más hijos después? 
  -Ni antes ni después -dijo Elisa-. Probamos, pero no quisieron venir,   además, nos quedamos 
  desilusionados y no quisimos ir al médico. 
  Por casualidad, ¿tienes alguna mancha en el cuerpo de nacimiento? Es solo   una curiosidad -
  continuó la mujer. 
  -Pues sí, tengo una mancha en la espalda casi en el hombro. ¿Por qué me   pregunta usted eso? 
  -Porque yo también tengo una mancha. 
  Javier estaba aturdido. Lo que le estaba pasando esa noche era increíble.   El parecido al dueño 
  de la casa y ahora la señora le pregunta si tiene una mancha, la fecha de   nacimiento de su hijo 
  y la edad de ambos… 
  -Dios mío. no quiero ni pensarlo… Cómo es posible que mis padres hayan…   
  Y entre las dudas, llegaron a altas horas de la madrugada, pensando si   aquel sería su hijo. El 
  viento se había aplacado y empezaba a nevar de nuevo. 
  -Vamos a dormir, que la noche otra vez se viste de blanco -comentó Fidel-.   Prepárale la cama a 
  Javier, que estará cansado. Ah, y prepárale la que iba a ser de nuestro   hijo, que la estrene él. 
  Piedad Martos Lorente 
11 comentarios:
Os doy las gracias por vuestros comentarios los cuales agradezco enormemente y os dejo besos y abrazos para todos.
Abrazos amiga. Buenas noches.
Buen finde Piedad.
Hermosa historia con un final feliz.
Por lo que se ha oído muchos matrimonios han pasado por lo mismo pero sin la suerte de encontrarlos de esa manera tan mágica.
Espero que siga tu mejoría. Un beso.
Una intrigante y bonita historia a la vez, me ha gustado mucho.
Yo, al igual que nuestra amiga Elda, he oído que en décadas pasadas ocurría que robaban algunos recién nacidos de hospitales, con el mismo argumento.
Esta historia tiene el final más apropiado a ella.
Enhorabuena, Piedad.
Deseo que te vayas mejorando.
Un besote enorme.
Una historia que según dicen hubo un tiempo donde los bebes desaparecían de los hospitales, dándoles por fallecidos. Aquí termina de una forma magistral.
Un besote y cuídate mucho Piedad.
Un beso querida amiga .
Me alegro mucho verte por aqui de nuevo.
Un beso.
Hola Piedad, una entrada muy emotiva, en la realidad le ha pasado a muchos matrimonios pero si la suerte de encontrar a los hijos, fue un tiempo negro de nuestra historia reciente.
Abrazos.
Otro de tus relatos que engancha desde el principio.
El tema que tratas tiene un fondo muy real y eso sí que entristece.
Casualidades de la vida que lo hubiesen encontrado después de tantos años, todo cabe dentro de la realidad. Felicitaciones.
Cariños.
Kasioles
¡Qué historia tan hermosa y triste a la vez! me has hecho llorar,
Muchos besos.
Gracias, Piedad, por tan escalofriante relato, y no digo esa palabra por el frío, sino porque recientemente vi un documental de robos de niños y niñas durante el franquismo, por una trama organizada por médicos, y religiosas en el que destacaba una monja, que no digo su nombre, porque nada más pensar en lo que hizo me dan nauseas y escalofríos...No se como se puede ser tan mala persona.
Un fuerte abrazo, amiga, y me encantó tu relato por ese final feliz.
Como siempre, Piedad, un relato muy hermoso, empiezas a leer y ya no puedes parar hasta acabarlo.
Abrazos
Roser
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