miércoles, 23 de octubre de 2019

DESEMPOLVANDO CUENTOS

De vez en cuando me gusta desempolvar algún cuento y hoy le ha tocado a este. Es un poco largo pero si os gusta leer a lo mejor os entretiene, jajaja.
 
Prohibida su reproducción total o parcial, sin permiso de la autora
 

LAS AVENTURAS DE NAIRA

 

 

Érase una vez una niña llamada Naira que vivía en un pequeño pueblo muy tranquilo en el que nunca ocurría nada; pero Naira era muy fantástica y siempre contaba historias increíbles que según ella le ocurrían.

 

Un día, su fantasía la llevó más allá de sus sueños y, esperando encontrar una nueva aventura, salió de la pequeña población en dirección al bosque sin pensar en el peligro que se le acercaba. Sin darse cuenta, la noche se le había echado encima y cuando quiso volver sobre sus pasos, la oscuridad le impedía ver el camino. Se hallaba entre la espesura de los matorrales, arbustos y árboles que poblaban la zona. Cada vez que intentaba salir se metía en otro espacio más espeso y, por unos momentos, pensó que aquel sería su fin, que nunca podría salir de allí y que, aquella noche, las alimañas acabarían con ella.

 

El viento soplaba algo fuerte moviendo el follaje de forma que parecía que se acercara un regimiento, acompañado por el sonido de las aves nocturnas que la ensordecían hasta el punto que no oía ni sus propios pasos. Se había metido en un verdadero laberinto del que difícilmente podría salir sin ayuda. Pero, ¿quién le podría ayudar?

En su casa no sabían dónde estaba y, aunque la buscaran, cosa que estaba segura, nunca darían con ella y, en todo caso, cuando la encontraran sería demasiado tarde. Como Naira era fuerte y decidida, no se dejó llevar por el pánico y se detuvo unos instantes para pensar qué podría hacer. Alzó la mirada esperando ver sobre su cabeza el brillo de las estrellas, pero las copas de los árboles se cruzaban entre sí ocultando tras ellas el brillo de los astros que iluminaban el firmamento. Se abrazó al tronco de un árbol y empezó a trepar por él como cualquier bicho del bosque. Se sentó en el cruce de dos ramas y dejó caer las piernas balanceándose en el aire. De pronto vio unos ojos brillantes de un color amarillo anaranjado frente a ella que la observaban fijamente. Un escalofrío le recorrió todo su cuerpo y sin pensarlo saltó al vacío. Rodó por el matorral sin poderse sujetar, dando tumbos de un lado a otro, hiriéndose con las zarzas y piedras que encontraba bajo su cuerpo hasta caer al fondo de un profundo barranco, al tiempo que gritaba con todas sus fuerzas. El eco de su voz chocaba contra las paredes del vacío devolviendo su voz como si del otro lado alguien repitiera lo que ella decía, pero allí no había nadie que la oyera para poderla socorrer. Cuando por fin su cuerpo dejó de dar tumbos y antes de ponerse en pie, sintió unas garras que la enganchaban por la cintura del pantalón elevándola por los aires. Con las piernas y brazos colgando hacia abajo como si se tratara de un animal de cuatro patas, notó como iba subiendo altura hasta el punto de sobrevolar por lo alto de los árboles ya que con las manos tocaba las copas de los mismos. En ocasiones, las ramas le rascaban la barriga haciéndole cosquillas. Ella se preguntaba quién la llevaba por los aires. No veía nada ni a nadie porque la oscuridad de la noche y las sombras de los árboles le impedían distinguir hasta su propia sombra, pero estaba claro que alguien la estaba salvando. Voló y voló durante unos minutos, aunque no podría saber con exactitud el tiempo que había pasado y, de pronto, fue bajando altura hasta que sus pies tocaron tierra. Se puso en pie y se dio media vuelta. Asombrada, vio frente a ella los mismos ojos brillantes anaranjados que la observaron fijamente.

"¡Oh, Dios!". Exclamó haciéndose una pregunta: "¿A quién pertenecen esos ojos?" Nunca antes había visto nada igual. ¿Estaría soñando? "Oh, no, estoy despierta, estoy segura de ello".

Sintió deseos de escapar de allí, de salir corriendo sin volver la cabeza. Pero, ¿cómo salir de aquel laberinto?

Se fijó en el brillo de aquellos ojos tan especiales que parecían querer hablarle y, al instante, se pusieron en movimiento. Antes que Naira pudiera reaccionar, las garras la volvieron a tomar fuertemente y la volvió a subir por los aires, aunque esta vez, el vuelo fue más corto ya que en unos minutos estuvo frente a una gruta en la que se oían diversos sonidos: chorros de agua, el piar  de los pájaros que se refugiaban de la noche y el sonido de otros bichos del bosque desconocidos para ella.

 

Jamás había vivido una aventura tan misteriosa como la que estaba viviendo aquella noche y se imaginaba la cara de sorpresa que pondrían en el pueblo cuando la explicara.  También pensó en el disgusto que tendrían sus padres cuando la echaran en falta. Seguro que, en aquellos momentos, ya la estarían buscando, pero sería dificilísimo llegar hasta donde se encontraba ella. Pensó que, cuando el día iluminara el bosque, buscaría el camino de regreso, pero hasta ese momento tendría que esperar en la gruta en la que se hizo el silencio nada más llegar acompañada por aquellos ojos tan misteriosos que, al parecer, su brillo causaba tanto respeto entre los animales de la selva.

Dio unos pasos en dirección hacia donde oía caer el agua mientras tanteaba con las manos, inspeccionando la zona, asegurándose bien dónde ponía los pies. Pero la precaución no fue suficiente para impedirle caer en el manantial, llevándose un gran susto que le hizo gritar:

"¡Ay, ay!"

 

Al ruido del zambullido, las aves nocturnas allí refugiadas alzaron el vuelo todas a la vez haciendo un fuerte sonido que retumbó en la gruta. Naira chapoteaba con los brazos en el agua, que casi la cubría, mientras intentaba salir de allí sin dejar de gritar: "¡Ay, ay, que me quemo!" Sí, era verdad, el agua quemaba más que la de la ducha de su casa y pensó, que tal vez estaría en el infierno y que aquello era la caldera de Satanás, el mismo que la había llevado hasta allí volando por los aires y, su pecado había sido escaparse de su casa en busca de nuevas aventuras. Se sentía perdida, no tenía salvación alguna, era culpable del disgusto que había dado a sus padres y tenía que pagar su culpa. "Pero, ¿cómo puede ser así? Para ir al infierno tengo que morir y yo estoy viva".

 

Con las manos buscó, en medio de la inmensa oscuridad, la orilla de la balsa e intentó salir deseando que los ojos vigilantes que la seguían no acudieran otra vez en su ayuda, pues no estaba segura si serían tan bondadosos como pensó al principio.

Por fin, sus manos tocaron la tierra que le indicaba que podía salir del agua, aunque el borde quedaba bastante alto pero hizo un impulso con el cuerpo y el agua caliente le hizo flotar. Con poco esfuerzo logró salir del manantial.

 

Estaba empapada hasta los huesos y, aunque no hacía frío, la brisa de la noche sobre las ropas mojadas le hacía tiritar. Sentada en el suelo se quitó los zapatos para vaciar el agua acumulada en ellos y que le impedían andar con soltura. De pronto, sintió algo sobre su espalda que la cubría del frío. Dejó los zapatos en el suelo y subió las manos hacia sus hombros esperando tocar una manta, o algo parecido, pero en lugar de una manta tocó unas gigantescas alas de inmensas plumas que caían sobre sus brazos.

 

Volvió la cabeza, alzando la mirada y, ¡allí estaban los ojos anaranjados! Aquel ser tan extraño la estaba arropando con sus alas. No podía ver su cuerpo porque la oscuridad de la noche se lo impedía, solo veía el brillo de sus ojos y, ahora, tocaba sus alas inmensas. "¿Será Satanás?", se preguntaba. "No, no puede ser, Satanás no me arroparía para que no tenga frío. Entonces, ¿quién es?"

 

Con el calorcito que desprendían las alas y el cansancio que llevaba encima, se le cerraron los ojos y, sin darse cuenta, cayó en un sueño profundo en el que soñó con sus padres que, acompañados por todos los vecinos del pueblo y por su amigo Marcos, el cual la vio partir hacia el bosque, la buscaban desesperadamente por los alrededores del lugar.

 

Cuando despertó, iba volando otra vez. Sentía las garras que la llevaban cogida por la cintura del pantalón. Entonces gritó: "¡Mis zapatos, me he dejado mis zapatos!" Pero total, como iba volando tampoco los necesitaba. De pronto, el vuelo se paró bruscamente.  La rama seca de un árbol se había enganchado en su camiseta, de tal forma que parecía un pincho moruno del que no podía escapar. Las garras tiraban fuerte de ella sin éxito, mientras ella gritaba: ¡Ay, ay! ¡Papá, mamá, estoy aquí, enganchada en un árbol como un espantapájaros!"

 

El silencio de la noche fue la respuesta a sus voces. El viento se había calmado y no se movía ni una sola hoja, por lo que pensó que si sus padres la estuvieran buscando por allí habrían oído cómo les llamaba y si ellos no le contestaban era porque no se hallaban cerca. Palpó con las manos el tronco de una rama que precedía a la seca y se agarró fuertemente a ella intentando separarse de la seca que la tenía atrapada. Entonces, las garras la dejaron ir suavemente. Mientras se sujetaba con una mano, con la otra sacó la camiseta rota de donde estaba presa e intentó mirar la distancia que había hasta el suelo para saltar, pero antes que lo hiciera, sintió de nuevo cómo las garras la enganchaban por la cinturilla de los pantalones y levantaba el vuelo.

 

"¡Joroba, otra vez de viaje! Paaaaapaaaá, voy volando".

 

Sí, iba volando hacia lo desconocido porque en la oscuridad de la noche estaba tan desorientada que no sabía dónde se encontraba y, aunque amaneciera pronto, no sabría volver a su casa.

 

Voló hasta lo alto de la cima de una montaña rocosa despoblada de vegetación, en la que su protector hizo un leve descanso, pues aunque Naira era delgadita, a aquel ser tan extraño le debía resultar pesado llevarla colgando de sus patas. Cuando tocó el suelo con sus pies desnudos no pudo evitar gritar nuevamente: "¡uy, ay, uy, ay!" No podía mover los pies ya que las piedras se le clavaban en la planta y era muy incómodo andar descalza. Inmóvil miró al cielo y vio como la luna salía y entraba entre las nubes que lo cubrían y entonces pudo ver una oscura y gigantesca silueta en la que solo se destacaba el brillo de aquellos ojos anaranjados que no dejaban de mirarla fijamente, como centinelas vigilando a sus presos.

La niña vio a lo lejos unas minúsculas lucecitas que se movían y, creyendo que serían sus padres, volvió a gritar fuertemente intentando que su voz llegara hasta allí, pero de pronto empezó a llover y las luces desaparecieron. La luna se ocultó tras las nubes y el cielo volvió a ser oscuro. Se sentó sobre una gruesa piedra sin saber qué hacer pues se sentía presa en campo abierto. Apoyó sus codos sobre las rodillas y, con las manos bajo su barbilla, recordó todo lo vivido aquella noche. Al momento, sintió cómo las gigantescas alas se ponían en marcha y, por unos instantes, pensó que su protector, o quien fuera aquel ser, la dejaría desamparada bajo la lluvia y sin refugio, pero de repente se volvió a ver otra vez en el aire volando bajo las nubes y sobre los árboles del bosque. "Y ahora, ¿a dónde vamos, demonio bicharraco? ¡Anda que sí, esta noche sí voy a tener historias para contar!"

Enganchada por la cinturilla del pantalón, como las veces anteriores y, en posición de cuatro patas con la barriga hacia abajo, Naria vio cómo sobrevolaba los tejados del pueblo, incluso conocía las casas. Entonces gritó muy contenta: "¡Estoy llegando a mi casa!"

 

Su protector la dejó caer en la terraza de la casa y, cuando Naria recuperó el equilibrio, volvió la cabeza para verlo mejor con las luces de la calle, pero ya era tarde, el animal volaba a gran velocidad en dirección al bosque y no pudo ver su aspecto. Abrió la puerta y bajó la escalera hasta la planta baja donde se oía murmullo de voces que hablaban fuerte, pero no entendía nada porque todos hablaban a la vez. Los vecinos estaban junto a sus padres pues habían salido en su busca y, ahora, se habían refugiado de la lluvia, viendo que era imposible encontrarla en aquellas circunstancias. Cuando su madre la vio bajar por la escalera empapada como una sopa gritó mientras corría a su encuentro:

-¡Hijita mía! ¿De dónde sales? ¿Dónde estabas?

 

Los allí reunidos volvieron la cabeza hacia ella y, cuando la vieron, todos quedaron sorprendidos. La niña empezó a explicar sus aventuras, pero nadie la creía. No la dejaban terminar su relato.

-Esta niña está enferma -decían unos.

-Con tantas fantasías está perdiendo la razón -decían otros.

-Me han pasado muchas cosas, pero yo no quería que...

-¿Por qué vas descalza? ¿Dónde tienes los zapatos?

-Los zapatos se han quedado allí, donde está la caldera de Satanás.

-¡Ay, Jesús! ¡Dios nos libre!

-¡Qué tonterías dice esta niña! ¡Ay que ver hasta dónde llegan sus fantasías!

-A ver, hijita, ¿dónde has estado y por qué estás tan empapada?

-Ya lo estoy diciendo, me he mojado porque caí en la caldera de...

¡-Esta niña está loca, tenéis que llevarla al médico! -seguían opinando los allí presentes.

-Vamos a ver, Naria, ahora no estamos jugando. Ahora estamos averiguando dónde has estado toda esta noche. A papá y a mí nos tienes que decir la verdad, nos has hecho pasar un gran disgusto.

-No estoy mintiendo, mamá. Estoy mojada porque me caí en el agua caliente y porque ahora está lloviendo y como he venido volando, pues...

-¿Cómo? ¿Qué has estado en la gruta termal? ¡Es imposible, eso está muy lejos de aquí y muy difícil su acceso!

-Pero yo he ido volando.

-Sigo insistiendo en que esta niña está enferma y que la tenéis que llevar al médico sin pérdida de tiempo, puede ser algo muy grave.

-Naira, hijita mía, es imposible que fueras volando porque tú no tienes alas, además, sabes que no me gusta que mientas.

-Mamá, no estoy mintiendo. He ido volando a todas partes, me llevaba un ser muy extraño que no sé como se llama, pero tiene unos ojos muy grandes y brillantes de color anaranjado que siempre me miraban. Y ¿ves la camiseta que está rota? Pues se me ha roto porque me quedé enganchada en una rama seca de un árbol como un espantapájaros.

-¡Basta ya!

-¡Joroba, mamá, estoy diciendo la verdad! He ido volando porque me llevaba un pájaro gigante. Me enganchaba por la cintura del pantalón y tiraba de mí. Mira, ¿ves como se conoce dónde me ha clavado las uñas?

Mientras Naira relataba sus aventuras, el padre llamaba al médico del pueblo para informarle del asunto y decirle que en breve le llevaría a la niña para que la visitara. A todo esto ya había amanecido, había dejado de llover y el día anunciaba un sol radiante.

 

Después de la primera exploración, el médico ordenó que la dejaran en su casa en observación. También ordenó que le dieran un baño, un desayuno bien nutrido y que la llevaran a la cama para descansar y, después de que se recuperara del agotamiento, hablaría con ella en privado.

-Está claro que la niña presenta magulladuras y arañazos en todo su cuerpo. Ahora tenemos que saber cómo se las ha hecho, pero no queramos saberlo todo de golpe, hay que dejarla descansar. Iros tranquilos que yo me ocuparé de ella y, cuando sepa alguna cosa, os haré venir -comentó a sus padres que esperaban ansiosos su diagnóstico.

 

La pequeña se pasó todo el día en un sueño y, cuando despertó, encontró al médico a su lado con ganas de hacer preguntas y saber dónde había estado la noche anterior. Naira relató punto por punto todos los detalles de sus aventuras como algo normal y con una serenidad impresionante.

-Está bien, ordenaré que te traigan la cena y después hablamos.

-¿Y cuándo me iré a mi casa? Quiero ir con mi madre.

-Primero tenemos que volver a hablar, quiero saber exactamente  dónde estuviste anoche y con quién.

-¿Pero por qué no me creen? Estoy diciendo la verdad. ¡Joroba, qué pesados son los mayores!

 

Acababa de cenar y, cuando la enfermera se disponía a retirar la bandeja, Naira se levantó y se acercó a la ventana al tiempo que gritaba:

-¡Mira, mira, viene a por mí! ¡Eh, estoy aquí!

La enfermera salió corriendo al tiempo que llamaba al médico:

-Doctor, doctor venga enseguida, la niña ha tenido un ataque de locura, doctor, doctor...

Al descubrir los ojos anaranjados que la observaban desde lo alto de los tejados del otro lado de la calle, Naira abrió la ventana y sacó su menudito cuerpo hacia afuera.

 

El médico acudió enseguida pero, cuando llegó a la habitación, esta estaba vacía y la ventana abierta.

-¡Cielos! ¡Ha saltado por la ventana! ¡Qué locura!

Se asomó por la ventana esperando verla tendida en el asfalto pero todo en la calle era normal y no había ni rastro de ella. Llamó a sus padres y le comunicó lo acontecido

-¡No puede ser! -contestó el padre nervioso y preocupado-, ¿a dónde se ha ido?

Antes de que el médico pudiera contestar, el padre la vio aparecer bajando la escalera de su casa, toda sonriente.

-¡Naira, hija! ¿Cómo has entrado?

-¡Por la terraza, me ha traído el pájaro gigante!

-¡Hija mía! Doctor, mi hija está muy enferma. Acaba de llegar y sigue diciendo locuras, ¿qué podemos hacer, doctor?

 

Al hombre le faltaba poco para que las lágrimas rodaran por su rostro afligido, mientras su madre ya lo hacía abrazada a ella. De pronto, el timbre de la puerta sonó fuertemente. Corrieron hacia ella y, al abrir, encontraron en el umbral a varios vecinos, entre ellos a Marcos, que venían horrorizados por lo que acababan de ver. Todos querían decir a la vez lo que habían visto. Estaban tan nerviosos que no le salían las palabras.

-¡Por orden, por favor, que no sé de qué me habláis! -ordenó el padre un poco más tranquilo, imaginándose el motivo de su nerviosismo.

 

-¡Lo he visto, yo lo he visto con mis propios ojos! La niña no está loca.

-¡Y yo también lo he visto!

-¡Y yo...!

-¿Qué es lo que habéis visto?

-¡Un pajarraco muy grande, pero que muy grande, que volaba hacia aquí!

¡Vamos a la terraza a ver si todavía está!

Todos subieron de prisa y corriendo. Naira y Marcos iban en primera fila pero no tuvieron éxito, el misterioso animal había desaparecido y el único rastro que había dejado de su presencia fue los zapatos de Naira que quedaron en la gruta, y una gigantesca pluma como testigo de su existencia.

-¿Ves, papá, como no miento?

-No, hijita, tenías razón.

 

La noticia llegó a todos los hogares del pueblo y el alcalde los convocó en la plaza donde se reunieron para hablar y analizar la pluma con expertos en animales. Por el aspecto y el tamaño de la misma llegaron a la conclusión de que se trataba de un búho gigante jamás visto en el universo. De mutuo acuerdo acordaron hacer una estatua lo más parecida posible al animal. Esta se exhibiría sobre una gran fuente en posición de alzar el vuelo con una criatura enganchada de sus patas, tal y como explicó Naira que la había trasladado a ella de un lado a otro. Y a partir de ese día, el búho se llamó: el búho de la suerte.

 

Piedad Martos Lorente.

 

Septiembre de 2011

18 comentarios:

Piedad dijo...

Os pido disculpas por este cuento, que en lugar de un cuento parece un libro por su tamaño, jajaja.
espero que os guste y no os sea pesado.

gracias a todos y a todas por estar ahí y leerme, cosa que me satisface mucho.

Manuela Fernández dijo...

Piedad, no es ni largo ni corto, cuando se empieza a narrar un cuento son los personajes los que mandan, y ellos son los que dictan si es suficiente con dos hojas, tres o cuatro. Tu cuento está lleno de imaginación, de color. Me ha gustado mucho.
BEsis ¡¡¡

isam dijo...

Que bonito,el cuento,no recuerdo haverlo leido antes.

Elda dijo...

Un cuento precioso y muy interesante, tanto, que no he podido parar de leer porque estaba deseando llegar al final a ver que pasaba.
Me ha gustado mucho Piedad, y me encanta como está escrito, eres una escritora de cuentos estupenda con una imaginación muy hermosa.
Felicitaciones por tu estilo.
Un abrazo.

Conchi dijo...

Pues a mi no se me ha hecho largo Piedad, la niña era muy atrevida pero vivió toda una aventura.

Un abrazo.

Bienaventurada dijo...

Que lindo Piedad!! , me encantan los cuentos, me recuerdan a mamá, ella me contaba cuentos que hacia para mi cuando era pequeña, un abrazo con cariño.

Marina Filgueira dijo...

¡Hola Piedad!

¡Es un cuento súper Cuento, amiga! Me costó un poco leerlo porque veo muy mal, pero lo he leído todo y me ha encantado, Tu imaginación no tiene precio y te felicito, reina.

Con este maravilloso cuento harías un libro de estos de bolsillo. Para niños y para grandes, un placer leerte como siempre, Piedad.

Te dejo mi cálido abrazo, mi inmensa gratitud y mi gran estima siempre.
Se muy, muy feliz.

CHARO dijo...

Un bonito cuento que me ha mantenido un rato muy entretenida.Besicos

joaki007 dijo...

Es maravilloso como escribes estos cuentos .
Me ha encantado , como siempre .

Los cuentos nunca tendrian que dejar de escribirse ni de contarse .

Un beso amiga Piedad .

Ángeles dijo...

Ayyy Piedad, como me he reído con la aventura de Naira, tienes una gran imaginación, y eres una excelente escritora de cuentos. Me ha encantado cariño, no dejes de escribir, tienes un don muy especial que Dios te ha dado y debes utilizarle, siembras ilusión y fantasía en las personas que te leemos.

Besos de magia y fantasía para ti.

Marina-Emer dijo...

Mi querida amiga Piedad. Gracias por tu visita y tus cariñosas palabras de consuelo...ha sido un disgusto terrible, ahora temo por mi hermano, además fue un accidente tremendo , mi sobrino fue atropellado por un coche ,montaba en su moto y ya llegaba casi a casa para comer, el coche le atropello y envuelto en fuego cayo por el barranco ya sin vida, mi hermano solo tenia un hijo y yo solo ese sobrino ya que no tengo mas hermanos que él...y siempre nos hemos querido mucho desde niños a todo fuimos juntos .
No te digo mas ,llevo tres días muy mal .
Besos querida Piedad.

Kasioles dijo...

Me has tenido un buen rato entretenida con la lectura de tu largo cuento.
Naira tendría que estar contenta, ya tenía historias para contar con todas las peripecias que le han tocado pasar al marcharse de su casa y adentrarse en el bosque. ¡Lástima que en un principio nadie la creyese!
Pero el brillo de esos ojos anaranjados la perseguían, y además de hacerle volar a lugares alejados y salvarla varias veces, al final completó su buena obra devolviéndola a su casa y trayéndole los zapatos.¡Un búho tenía que ser!
Compruebo que no te falta imaginación y eso atrae al lector.
Cariños y buen fin de semana.
Kasioles

Mari Carmen dijo...


Es un precioso cuento, me encanta. Tienes mucha sensibilidad y eso es lo que atrae...

G_racias mi niña por ir a mi blog y quedarte en él.

Te deseo un feliz finde y te dejo un abrazón.

Ernesto. dijo...

Fuerte abrazo Piedad.

Imaginación no te falta. Y escribir está muy en lo que tiene de liberación.

Julia López dijo...

Un cuento precioso y muy ameno.
Saludos cordiales

Manuel dijo...

Ni pesado ni largo, sino todo lo contrario, muy entretenido y muy bien narrado.
Se te da muy bien esto de escribir cuentos, porque imaginación no te falta.
Un abrazo.

María C. dijo...

Buenisimo como siempre. Un placer leerte y visitarte amiga. Que tengas un hermoso fin de semana. ♥

Flor dijo...

Hola Piedad , perdona cariño que no haya venido antes , pero es que entre médicos
y que he estado unos cuantos días malita , pues la verdad casi no he podido visitaros
y ahora que tengo un ratito , he pasado a leerte , y tengo que decirte que siempre es muy gratificante pasar y leer tus entretenidos cuentos , ya sean sacados de un viejo baúl o desempolvandolos , es muy bonito y más con la gran imaginación que le pones a mi personalmente me a gustado mucho , gracias por compartir , te deseo una feliz noche besos de flor.
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