La fantasía no me falta, jajaja.
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EL HIJO DEL VIGILANTE
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Jesús era un niño de cuatro años de edad que vivía con sus padres, Juan y Mercedes. Le pusieron el nombre de Jesús porque nació el día de nochebuena y, como era tan bonito… ¡parecía un niño Jesús recién nacido! Sus padres estaban tan felices que daban gracias a Dios por el regalo tan grande que habían recibido. El nacimiento de su hijo… El tesoro de su vida. Era sangre de su sangre y amor de sus amores.
Juan y Mercedes tenían razón. Jesús era un niño muy bonito, alegre y simpático, que se ganó el cariño de todos aquellos que lo conocían. Tenía el cabello rubio y rizado. Sus ojos azules desprendían la luz que iluminaba la casa y, la sonrisa de sus labios la llenaban de alegría.
Juan trabajaba en un museo de cera como vigilante y encargado del mantenimiento del local. Su vivienda estaba adosada al museo por la parte trasera. Se comunicaba con el edificio a través del jardín interior de la casa.
Cuando no tenía colegio, Jesús se escapaba de su casa y se iba con su padre a su puesto de trabajo. Juan le advertía:
-Pórtate bien y no me hagas enfadar. Si mi jefe te encuentra por aquí, me puede despedir y entonces perdería mi trabajo. Y si pierdo mi trabajo no tendremos dinero, y si no tenemos dinero, no podremos comprar comida, ni tú tendrás juguetes. ¿Entendido?
-Sí, Papá.
-Si vienen turistas, quédate inmóvil, como esas figuras de cera. No respires ni parpadees siquiera.
-Sí, papá.
El niño correteaba por los pasillos entre personajes y personajes, fijándose en cada posición de las figuras imitándolos de igual forma.
Un día de verano, Jesús se bañaba en una piscina inflable que su padre había instalado en el jardín. A pesar de que le gustaba mucho el agua, pensó buscar entre sus juguetes alguna cosa que le entretuviera, al tiempo que se refrescaba. Así pues, removió los cachivaches de una caja y cuál fue su sorpresa, al encontrar en su interior una flecha que atravesaba un corazón. Ya no recordaba aquel objeto, complemento del disfraz de cupido con el que se disfrazó el año anterior.
Loco de alegría por su hallazgo, se introdujo en el pasillo que conducía al museo con el fin de enseñarle a su padre su nuevo juguete. Entró en la sala como un torbellino, pero al instante quedó inmóvil al oír voces desconocidas. Recordó la advertencia de su padre y con la flecha en sus manos, desnudo y descalzo, se quedó plantado en una esquina del pasillo como una estatua sin apenas respirar ni parpadear. Desde allí observó cómo un grupo de gente se acercaba hacia donde él estaba. Al parecer, todos eran miembros de una sola familia.
-Mira, mamá, ¡un cupido! Dijo una joven adolescente.
-No grites, niña, que nos van a llamar la atención –dijo la madre.
"¡Arrea, ya me han visto! Si me descubren estoy perdido, entonces… mi padre… ¡No tendremos dinero ni me comprarán juguetes!" –pensó el pequeño al verse sorprendido.
-Es verdad, está allí, ¿no lo ves? ¡Está apuntando con la flecha hacia mí! ¡Eso quiere decir que aquí está el amor de mi vida!
-¡Pero qué tonterías estás diciendo, hija!
El niño sigue en la misma posición deseando que la familia desaparezca lo antes posible.
"Ay, ay, tengo ganas de hacer pipí y me parece que me lo voy a hacer encima" –se decía el niño, reprimiendo las ganas de salir corriendo.
-Mamá, yo quiero ese cupido.
-No seas caprichosa y calla. Pareces una niña pequeña, en lugar de una mocita.
"¡Qué pesada es… y yo me estoy haciendo pipí!"
-Pero es que no ves, mamá, que bonito es. Parece que me mira y me sonríe.
"¡Y dale otra vez con lo mismo! Que me me…ooo."
A pesar de su esfuerzo, el pequeño ya no pudo aguantar más y dejó escapar un hilito suavemente por su miembro viril, que ante la mirada de la muchacha, salió de entre sus piernas dispuesto a regar el suelo formando un arco como el de cualquier surtidor.
El resto del grupo observaban atentos algunos personajes importantes que habían llamado su atención, ignorando la presencia de Jesús. Mientras, la muchacha seguía insistiendo que quería aquel cupido.
-No insistas, hija. Esto no es una tienda en la que se puede comprar su contenido. Es un museo, así que compórtate como una señorita.
-Ya sé que es un museo. Pero ese cupido es especial y yo lo quiero. Ha hecho pipi y todo.
-¿Cómo que ha hecho pipi?
-Sí, bueno, creo que era pipi… ¿Volvemos a verlo?
-Ya lo hemos visto.
-Pero…
-No hay peros que valgan –respondió la señora bruscamente, cansada ya por la actitud de su hija.
Si el grupo se hubiese vuelto, no habría podido comprobar lo que la joven afirmaba. Cuanto Jesús se vio libre de aquellos ojos, se escapó corriendo por donde había venido. Dejó la flecha en la caja de los juguetes y con aquella sonrisa simpática, se metió en la piscina como si no hubiera ocurrido nada.
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Piedad Martos Lorente
18 comentarios:
Que vivencias mas chulas podía vivir Jesús, nada menos que en el Museo de Cera, y siempre obediente jeje. Un abrazo
He pasado un grato momento en tu blog felicitaciones,saludos
Tu relato, Piedad, es una joya de ternura y fantasía. La figura de Jesús, ese pequeño cupido improvisado, nos regala una escena inolvidable que mezcla inocencia, humor y una mirada luminosa sobre la infancia. Pero más allá del cuento, lo que conmueve es tu capacidad de narrar desde la alegría, desde esa imaginación que no te falta —como bien dices— y que nos contagia a quienes te leemos. Admirable tu tenacidad, tu forma de convertir cada palabra en un acto de superación y belleza. El final, tan elocuente como inesperado, nos deja sonriendo con el corazón agradecido.
Gracias por compartir tu mundo.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Piedad, porque como siempre me voy de aquí con una grata sonrisa, y maravillado por tu forma de narrar todo lo que escribes, de forma tan sencilla y amena. De Jesús, de su inocencia y travesuras, has construido un relato precioso y entrañable.
Un fuerte abrazo, amiga Piedad.
Que imaginación tienes y que bien que entres a contárnoslo. Un abrazo
Ay Piedad, que hermoso cuento. Es un encanto. Tienes una imaginación de lujo y me encanta siempre lo que escribes. Este tema con un Jesús tan travieso y a la vez tan obediente es precioso.
Te dejo un cariñoso abrazo esperando te encuentres muy bien.
Eres realmente maravillosa .
Espero que estes bien .
Besos de los dos .
Hola, Piedad. Qué gracia la de Jesús, hijo del vigilante del Museo de Cera, je. Me ha encantado toda la historia. El desenlace muy tierno, pero con tan entrañables personajes, como sólo tú sabes crear, pues es lo que te dicen todos, que tu cuento es precioso y es una alegría leerte. Gracias por compartir estas cosas tan bonitas y dulces. Un ratito super feliz he pasado leyéndote.
Hasta pronto.
Pobre Jesús ya no pudo más. me gusto la historia. te mando un beso.
Piedad, yo hablo y el móvil escribe y va una frase que no puse ,quise decir querida amiga.
Si quieres eliminarlo, eliminarlo lo siento mucho.
Hola ,querida amiga, Piedad, que vos tan bonito nos dejas, bonito y con gracia, bendita imaginación la tuya, sin duda privilegiada, y lo celebro como si fuera yo misma, te felicito y te admiro.
He pasado un rato de lectura muy agradable y no es para menos este cuento merece una mirada detenida.
Un abrazo largo deseando que la salud te acompañe, con amor y armonía,
Yo apenas puedo escribir solo así un pequeño comentario, y lo hago sentada a mi mesa de la cocina porque no puedo estar al ordenador estoy flaca de salud me duele el alma y el cuerpo.
Hasta otro momento y se muy muy feliz.
He eliminado el primer comentario porque llevaba fallos, yo hablo y el móvil escribe solo y si no repaso bien. Escribe lo que no debe.
🌹🌹🌹♥️🤚
Beautiful blog
Please read my post
Otra entrada maravillosa quw hace las delicias de los que te queremos.
Gracias, mi arma.
Agradecida por tu visita.
Besos.
Un relato muy divertido que me ha encantado Piedad. Cuídate.
Abrazos.
Qué cuento tan encantador 📖 me gustó cómo desarrollas la historia y los personajes, mantiene la atención hasta el final con tanta ternura y detalle ✨🌸
Con cariño,
Daniela Silva 💗
alma-leveblog.blogspot.com – espero tu visita en mi blog 🌸
Otra joyita de las tuyas, amiga Piedad, con prosa firme, erudita y unos diálogos firmes de sentida
inspiración. Un buen e imaginativo trabajo que repara en el matiz de las cosas. gracias.
Buen comienzo de semana y un afectuoso abrazo.
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