lunes, 21 de septiembre de 2015

EL AMOR PUEDE CON TODO, SEGUNDA PARTE

 

Era invierno y, a pesar que iba bien abrigada, el frío del asiento de madera le había llegado a los huesos. Cogió el móvil y marcó el número de su marido, pero nadie contestó a su llamada, así que  se puso en pie y empezó a andar con dificultad. La tarde se había cerrado en noche y allí no podía quedarse hasta que él volviera. ¿Dónde estaría? ¿Le habría ocurrido alguna cosa? No, no podía ser, si le hubiese pasado algo la hubieran llamado al móvil. Seguro que se habría entretenido con alguien sin darse cuenta de la hora que era...

 

Segunda parte.

 

Anduvo por los alrededores mirando en todos los establecimientos, ya fueran tiendas o bares, pero nada, allí no estaba, ni tampoco encontró a nadie conocido para poderle preguntar si lo había visto.

Ya sé, pensó ella, como hace frío se habrá ido a casa, se ha puesto la televisión y se ha quedado dormido, estoy segura. ¡Cómo no lo he pensado antes!

El vira retrocedió sobre sus pasos y se encaminó hacia su casa, segura de encontrarlo dormido.

Abrió la puerta y antes de volverla a cerrar, llamó desde el umbral con voz alegre: ¿Cariño? ¡Soy yo!

Silencio obtuvo por respuesta, porque allí no había nadie. Todo estaba como ella lo había dejado unas horas antes.

Avanzó hacia el sofá, en el que se dejó caer desplomada por el cansancio que le había causado el esfuerzo de caminar más de lo acostumbrado. En su rostro ya no se reflejaba la alegría de unas horas antes, sino la preocupación que le invadía en aquellos momentos.

De nuevo marcó el número del móvil de Fernando y por unos instantes pensó que él le iba a contestar, pero no, no fue así, la llamada se cortó y nadie contestó al otro lado del aparato.

"Seguro que ya vuelve a casa y por eso no lo ha cogido" -pensó ella.

Pasaron los minutos, una hora... Dos... Y él no llegaba, era la hora de cenar y no daba señales de vida. Elvira, desesperada, no sabía qué pensar, solo tenía ganas de llorar.

¿Estará de copas con algún amigo como hizo alguna vez cuando era joven? Se preguntaba para sí, pero de pronto rechazaba los pensamientos que la aturdían. No, no creo, hace muchos años que ya no lo hace. Oh, Dios mío, ¿Lo habrá atropellado un coche?

Angustiada, tomó la guía de teléfonos y llamó a todos los centros de salud y hospitales de la comarca, donde después de dar sus datos personales y físicos le contestaban que no había nadie con esas características.

 

Esperó un rato más, pero los nervios no la dejaban vivir, miró el reloj con la intención de llamar a un sobrino de Fernando pero al momento rechazó la idea. Luis vivía en otro pueblo y era demasiado tarde para inquietarlo, tal vez  sin motivos. Así que volvió a coger las muletas y se dirigió a la calle por donde deambuló en la oscuridad de la noche, embozada con su abrigo de paño, su bufanda y sus guantes para protegerse del frío invernal.

 

La ciudad parecía desierta, los comercios cerrados a cal y canto igual que los restaurantes y los bares. El silencio reinante en sus calles la ensordecía, al tiempo que el pánico le paralizaba las piernas y apenas podía dar un paso apoyada en las muletas, con cuya ayuda se arrastraba por las enlosadas aceras  mirando en portales abiertos y en cualquier rincón de las mismas, como perro que olfatea. El frío de la noche y el miedo con el que luchaba en la soledad bajo las sombras nocturnas , hacía temblar todo su cuerpo y hasta los dientes le castañeaban; el pánico de no saber dónde se encontraba su marido, y el pánico por hallarlo en malas condiciones la sacudía de una forma tan brutal, que no podía contener su movimientos.

 

Había perdido la noción del tiempo y no sabía cuánto rato llevaba deambulando por las calles del pueblo, pero estaba segura que llevaba muchas horas. Por unos instantes se apoyó en la pared de una casa sumergida en la sombra de la misma, desde donde vislumbraba el cruce de dos calles. De pronto, el corazón empezó a latirle fuertemente en el pecho, al comprobar que algo se movía al final de la avenida, entre los árboles  que daban sombra a las anchas aceras.

Sí, la silueta de una persona avanzaba lentamente con rumbo a ninguna parte.

Dios mío, ¿será Fernando?, se preguntó a sí misma y siguió observando. La silueta se paró, miró a su alrededor e hizo la intención de volver sobre sus pasos, pero la duda le hizo avanzar en la dirección que llevaba.

Desde donde estaba, Elvira no podía ver la fisonomía de la persona, pero le parecía que ésta no correspondía a la de su marido por la forma que se movía. Ésta parecía mayor y más baja. Sin dudarlo dos veces, tomó el móvil y marcó el número de su esposo. Esperó unos segundos y en el silencio reinante, oyó la sintonía de un móvil que sonaba en la misma dirección. Entonces tomó las muletas y apoyándose en ellas dejó la pared, para dirigirse hacia donde él estaba. Ya no tenía duda, aquella silueta que andaba como perdida era Fernando.

Lentamente, los dos avanzaban arrastrando los pies por la misma acera, uno frente al otro. A unos metros de él, ella exclamó:

-¡Fernando!

Él alzó la cabeza y se quedó mirándola fijamente con la vista perdida, como si no supiera quién era.

-¿Fernando? -continuó Elvira- pero él no reaccionaba.  Parado en la acera con la rosa en la mano parecía ausente.

-Fernando, cariño, ¿qué te ha pasado?

-¿Quién es usted? -preguntó él con voz turbia.

-Soy yo, Elvira, tu mujer, tu nena –contestó ella con voz temblorosa por el llanto que no podía contener-. ¿No me conoces, cariño?

-Mi... se...ño...ra... -balbuceó deteniéndose en cada una de las sílabas de la palabra como si no supiera lo que decía.

Ella, soltó las muletas y, con sus brazos, rodeó el cuello de su marido llorando desconsoladamente. Entonces, él pareció recobrar la memoria y la sujetó con fuerza contra sí, para no caer los dos al suelo como una pelota.

-No sé lo que me ha pasado, sólo recuerdo que no encontré el camino de regreso -dijo él con voz confusa.

-¿Por qué no has contestado al móvil cuando yo te llamaba? Dios mío, ¿por qué no me llamabas? -preguntaba ella entre sollozos.

 

-Porque cuando lo cogía se paraba y... ¡No sirve, está estropeado!

Pero no era cierto, el teléfono funcionaba bien.

-Toma, te compré esta rosa, quería darte una sorpresa.

Sin dejar de llorar, ella la tomó con una mano mientras con la otra acariciaba sus pétalos medio congelados por la marea helada de la madrugada. De su tallo colgaba una etiqueta en la que se podía leer: "una rosa para la flor más hermosa".

 

Con el llanto de Elvira, y la emoción por haberse encontrado, no se dieron cuenta que se le acercaba un coche patrulla, deteniéndose a la altura de donde se producía la escena.

-¿Qué ocurre? ¿Se encuentran mal? -preguntó el policía.

Ella asintió con la cabeza y dijo con lágrimas en los ojos:

-Está enfermo, se ha perdido y ahora no me conocía. Estoy muy preocupada, ayúdenos, por favor.

 

La policía los trasladó al hospital, donde fueron atendidos por el equipo de urgencias y después de un breve reconocimiento, diagnosticaron que Fernando tenía que ser atendido por un neurólogo para tratarlo correctamente, ya que se trataba de una enfermedad degenerativa.

 

Los temores de Elvira desde hacía un tiempo atrás se había confirmado.

La lucha con la que había aprendido a vivir durante los últimos años, a partir de esa noche se vería incrementada al tener que luchar contra el padecimiento de su marido, que no sería nada fácil para ella.

Ahora solo era pérdida de memoria, pero la crueldad de la enfermedad la llevaría a tener que afrontar etapas muy duras y difíciles de convivir con ellas.

 

Una mezcla de cariño, odio, miedo... obsesiones por una cosa o por otra, alucinaciones que lo llevaría a la agresividad, o tal vez, se volvería como un niño indefenso.

Pero el amor que sentía por él era tan grande, que vencería todos los obstáculos.

 

Piedad Martos Lorente.

 

 

9 comentarios:

Piedad dijo...

Bueno, pues aquí está la segunda parte de este relato, que aunque solo es eso, un relato, estoy segura que casos parecidos existen en la vida real.
Pues bien, con él he querido recordar el día de hoy, que como ya he dicho en la entrada anterior, hoy se celebra el día internacional del Alzheimer, una cruel enfermedad para todo el que la padece, pero sobre todo, para los que los rodean.

Gracias por leerme.

Abrazos.

Kety dijo...

Buenos días, Piedad. Has escrito un relato precioso y emotivo. Real como la vida misma.
Estas hecha un escritora.

Un fuerte abrazo

rosa mis vivencias dijo...

Hola Piedad.
Me ha encantado leer los dos capítulos de este nuevo relato tan tierno y lleno de amor, pocas personas entenderán tan bien como tú el sufrimiento que estas enfermedades producen especialmente a los que viven el día a día con ella, una vez más tengo que decir que eres un ejemplo a seguir, nunca me cansare de decírtelo.

Un abrazo.
Rosa.

isam dijo...

Que emotivo, pero por desgracia son cosas muy reales, y tu lo sabes muy bien, y yo un poco tambien. besos. Isabel.

Conchi dijo...

Un relato bien escrito, bien hilado, y salido del corazón. Siempre me emociono cuando te leo, amiga. Estoy de acuerdo con Rosa, eres genial y un ejemplo de mujer.
Te dejo un fuerte abrazo
Conchi

Marina-Emer dijo...

QUE RELAROS MAS BONITOS Y QUE ROMANTICO EL REGALO DE LA ROSA, ES MI BLOR PREFERIDA ..ES UN REGALO DE TRENURA.
Gracias Piedad por acordarte de mi ...yo jamas me olvido y tengo un rosa tuya en tu mano que la hiciste tu manual y jamas la tiré ni la tiraré es un precioso recuerdo tuyo...¿como estas? escribeme un dia y cuentame cosas de tu vida ...ha sido un gran placer saber de ti gracias amiga,
besos
Marina.
vendre a seguir leyendo tu novela.

reser dijo...

Querida Piedad, cuantos días sin pasar por tu rincón! Tengo poco tiempo para visitar a las amigas bloqueras, pero no olvido a nadie.
Al visitarte hoy me he encontrado con este relato tan emotivo y real como la vida misma. Felicidades por tu escrito.
Solo el amor hace superar las dificultades que conlleva esta enfermedad.
Fuertes abrazos, amiga.
Roser

..NaNy.. dijo...

Hola paso hacerte una visita y a leer y mucho por que me ha gustado y claro también la primera, Saludos

PEPE LASALA dijo...

Me encanta cómo reflejas el amor en tu relato Piedad, es una maravilla leerte. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala