martes, 25 de noviembre de 2014

ANSELMO EL PASTOR 12

    LOS OJOS DE MIS SUEÑOS

 

 

CAPÍTULO 12.

 

 

Eduardo, dejando a su hermano mayor con las dos mujeres, apresuró el paso para alcanzar al pequeño y ayudarle con el ganado en dirección a su retirada.

Alba, sentada al lado de la criada, le parecía estar soñando con una aventura ajena a su persona. Anselmo le explicó la estrategia que había llevado a cabo para su rescate. Ella lo  escuchaba sorprendida por la valentía e imaginación de presentarse con un rebaño de cabras como armas de defensa.

El muchacho dirigió el carruaje hacia el Monasterio del Pico Santo, lugar perfecto para la reflexión y recuperación de desengaños amorosos así como de enfermedades, con el fin de que las señoras fueran acogidas en su estancia de descanso. El trayecto se hizo largo e incómodo debido al camino de baches por el que tuvieron que transitar bajo la oscuridad de la noche. Solo Anselmo podía conducir los caballos por aquel camino en aquellas circunstancias, porque solo él lo conocía y lo podía hacer con los ojos cerrados.

Durante los días que Alba había permanecido en el Castillo, Anselmo le había sonsacado a Felisa, la cocinera, todo, o gran parte de lo que le interesaba saber acerca de la vida de la joven, por eso cuando llegó el momento pudo tenerlo todo bien planeado. No obstante, preguntó a la muchacha qué iba a hacer ahora que ya era libre. Ella le contestó:

-Me gustaría encontrar a mis padres y a mis hermanos aunque eso me va a costar un tiempo y no sé cómo ni por dónde empezar.

-¿Sabes cómo se llaman tus padres y tus hermanos?

-No estoy segura, pero mis padres creo que se llaman Micaela y Luis.

-¿Sabes por qué tus padres te dieron en adopción?

-Creo que fui raptada y no adoptada.

Anselmo iba atando cabos y cada vez estaba más seguro de que Alba era Aurora, la hermana de Daniel.

-Ahora no nos conviene que nadie sepa tu paradero -continuó el pastor-. Yo estaré en contacto contigo y haré todo lo posible por encontrar algún indicio que nos lleve a ellos.

 

Llegaron al Monasterio pasada la media noche. Anselmo tiró de la cuerda que colgaba de la campanilla que anunciaba las visitas. Unos momentos después, un monje hizo acto de presencia preguntando en qué le podía servir. Juanita, envuelta en su mantón negro, se adelantó:

-Soy la viuda de don Guillermo Torres y esta joven que me acompaña es la esposa de mi hijo Fernando, ausente de la provincia por motivos ajenos a su voluntad que lo tendrá alejado de nosotras durante mucho tiempo. Mi nuera, acongojada por la separación, ha decidido que, hasta que no reciba noticias suyas, permanecerá en este Monasterio rezando por él, si es que hay posada para nosotras.

-La posada no se le puede negar a ninguna cierva de nuestro Señor. Sean bienvenidas a esta santa casa.

Anselmo ayudó a las mujeres con la bolsa de sus pertenencias y se despidió de ellas:

-Señoras, en cuanto llegue noticias del señor volaré como el viento para traerle la misiva. Que el lugar le sea cómodo para su descanso y espera.

Y dicho esto salió rápido hacia el Castillo donde le esperaban los dos hombres maniatados.

Al llegar a la puerta, saltó al suelo y corrió hacia donde estaba Pedro que seguía luchando por liberarse de la cuerda que lo tenía preso, intento inútil hasta que, cumpliendo su palabra, el joven lo desató.

-Como puedes ver, he cumplido lo prometido. Ahora cumple tú también huyendo lejos de aquí donde tu amo no te pueda encontrar. Suelta a tu compañero y repítele lo que te acabo de decir y, ojo, si me delatáis, mi ejército se encargará de haceros callar para la eternidad.

Y dicho esto abandonó el Castillo por senderos de atajos que acortaron el camino de regreso a su casa. Cuando llegó a ella, faltaba poco para el amanecer. Se estiró encima de la cama e hizo un breve recordatorio de la experiencia vivida esa noche, satisfecho del resultado. Era imposible dormir, los acontecimientos lo tenían alterado y todavía le quedaban muchas cosas por resolver, así que se puso en pie y se dirigió al corral donde le esperaba el comienzo de una jornada completa.

El cielo, cubierto de nubes negras que empezaban a descargar agua, oscurecían la primera luz de la mañana hasta el extremo de parecer ser media noche. Alzó la cabeza y dio gracias a Dios por el milagro, que según él, se estaba produciendo con la lluvia al borrar esta las huellas que posiblemente habrían quedado en el camino desde el Castillo al Monasterio y viceversa. Dios estaba con ellos, no había duda de que le estaba ayudando.

6 comentarios:

Piedad dijo...

Vueno, Alba ya está a salvo en un lugar seguro, así que no hay que preocuparse por ella, jejeje.

Gracias a todos y a todas por vuestros comentarios y leerme. El próximo marte otro capítulo más y poco a poco llegaremos al final.
Que tengais una buena semana y aquí os espero como siempre.

Abrazos.

Conchi dijo...

Piedad,espero que pronto te pongas a escribir otros relatos y nos los hagas leer así, poco a poco, jeje.
A ver qué pasa al final de este!!! Qué intriga!

Te dejo un fuerte abrazo.
Conchi

rosa mis vivencias dijo...

Piedad, una semana más me sabe a poco el capítulo porque esta muy interesante. Como en las novelas nos dejas con la miel en los labios esperando leer el siguiente capítulo, así que toca esperar una semana más.

Abrazos.
Rosa.

Beatriz dijo...

No me canso de decirte lo bien que escribes. Lo interesante de historias. Esta me tiene atrapada.Buen fin de semana

PEPE LASALA dijo...

Como cada capítulo dejas buen sabor de boca con algo de incertidumbre Piedad. escribes muy bien, y me gustan mucho las fotos que pones al principio de cada episodio. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amiga.
@Pepe_Lasala

isam dijo...

bueno hoy he tenido un momento y me he puesto al dia , de la historia, hoy parece que está mas tranquila ya veremos lo que dura.
Besos Isabel.