martes, 18 de noviembre de 2014

ANSELMO EL PASTOR 11

       

LOS OJOS DE MIS SUEÑOS

 

 

CAPÍTULO 11.

 

 

Daniel volvió a pasar por la calle principal y se paró a saludar a Anselmo que a punto estaba de cerrar el puesto de venta.

-Buenos días.

-Ah, no te había visto, buenos días los tengas. Pensaba que vivías fuera y que habías venido de visita, pero veo que todavía estás por aquí.

-Y así es, vivo en Monte Espeso pero he venido porque tenía que hacerle unos recados a mi hermano. Él tiene mucho trabajo en el despacho, pero ya me voy mañana. Ahora he querido pasar por aquí, por si después no te veo, para desearte que tengas felices fiestas de Navidad.

-¿Cómo?, ¿no nos vamos a ver antes?

-Es posible que no, como ya te he dicho, me voy mañana.

-¿Puedes retrasar tu vuelta un día? ¿Unas horas? Tal vez mañana sepa algo de esa joven. Esta noche espero recibir noticias sobre su paradero y mañana pensaba ir al despacho de tu hermano.

-Bueno, si eso fuera cierto me esperaría los días que fueran necesarios. Tengo la sensación de que esa muchacha es mi hermana, aunque Manuel no lo cree. Dice que después de tantos años las personas cambian mucho y esos detalles de los ojos no son fiables.

-Yo no te puedo decir, pero lo que sí está claro es que los dos tenéis el mismo tono de color y esa chispa especial que os caracteriza con esa mirada inconfundible.

-Me alegra encontrar a alguien  que esté de acuerdo conmigo.

-Mañana hablamos más detenidamente, ahora me voy, tengo muchas cosas por hacer. Además, no nos conviene que te vean por aquí no sea que ellos también se fijen en tus ojos y los asocien con los de Alba.

 

Esa tarde, Anselmo dio por terminada la instalación con la que llevaría a cabo el rescate de su protegida y llamó a sus dos hermanos para indicarle a cada uno de ellos en lo que consistiría su colaboración.

-Esta noche, después de la cena nos prepararemos para ponernos en marcha en cuanto tengamos todo a punto. No podemos perder tiempo ya que desde aquí al Castillo hay un buen trayecto y las cabras, de noche, no sé cómo van a reaccionar.

Eduardo y Ramón, al oír las instrucciones de Anselmo, no pudieron evitar una carcajada pensando en las ocurrencias que éste había tenido para su aventura y, deseosos de comenzar, seguros de que lo iban a pasar en grande, estuvieron preparados a la hora indicada esperando que el capitán diera la salida.

Sacaron las cabras del corral formando dos filas y las ataron una detrás de la otra, uniéndolas con una sola cuerda de manera que estas no pudieran ladearse y romper la línea. Después colocaron cuidadosamente la instalación sobre los lomos de los animales de forma que las bombillas quedaran una en cada lomo, para cuando los habitantes del Castillo vieran las luces alimentadas a través del transformador con varias pilas, los guardianes de la joven creyeran que lo que se acercaba sería un regimiento, rindiéndose antes del combate.

Cuando estuvieron a una distancia visible desde el Castillo, Anselmo dio paso a la conexión de casi un centenar de bombillas que, aunque alumbraban poco, el efecto en la oscuridad de la noche sin luna y en mitad del bosque era impresionante. Los dos hermanos mayores, protegidos del frío con unos pasamontañas que casi ocultaban sus rostros favoreciéndoles para no ser reconocidos, se adelantaron dejando atrás a Ramón que cargaba con el transformador en la espalda y con una cuerda en cada mano con la que tiraba de las cabras.

-A partir de ahora -indicó Anselmo al hermano pequeño- ve despacio para que tengamos tiempo de hacer nuestro trabajo. Nos interesa que vean las luces desde lejos y que no puedan distinguir lo que realmente son, pero también tienen que ver su movimiento.

Dicho esto se apresuraron poniéndose en pocos minutos ante la garita de guardia en la que se hallaba Pedro, dormitando liado en una manta, siendo sorprendido por los dos jóvenes que, sin pensarlo dos veces, le dieron una patada a la puerta de cristales abalanzándose sobre él. El criado no tuvo tiempo de reaccionar porque al momento tuvo la boca tapada y las manos atadas a la espalda. Inútiles fueron los esfuerzos por querer escapar de los cuatro brazos que le sujetaban fuertes como el hierro.

Anselmo cogió la escopeta que Pedro tenía cargada en la garita y habló con mucho temple y seguro de sí mismo.

-No intentes escapar, no lo vas a conseguir. Si eres bueno y te portas bien, ayudándonos a rescatar a la señorita Alba, no te pasará nada, pero si por lo contrario te portas mal, eres hombre muerto.

Cuando el criado vio las luces que se movían en dirección al Castillo, las piernas le temblaban hasta el punto que no se aguantaba en ellas. Sabía que era hombre muerto tanto si escapaba como si no. Su amo se lo hizo saber antes de salir del pueblo. "Si a la señorita Alba le pasa algo, daros por muertos porque yo me encargaré de ello". Estaba perdido, poco podría hacer él contra un batallón y contra la voluntad del señor si a su hija le ocurría alguna desgracia.

Los muchachos lo ataron a una columna y con el arma en la mano, Anselmo seguía hablando.

-Supongo que después de haber visto lo que acabas de ver ahí abajo, estarás dispuesto a ayudarnos. Un ejército entero espera tu colaboración, de lo contrario, morirás. Tú sabes que la señorita no es feliz en esa casa, que ella tiene una familia a la que no conoce pero que quiere conocer y no la dejan. También sabes que la quieren casar contra su voluntad con un viejo que podría ser su padre. Pues bien, si nos ayudas como ya te he dicho, nosotros también te ayudaremos a ti a escapar de la muerte que tu señor te tiene sentenciada.

Te voy a descubrir la boca para que me digas en qué parte del Castillo se encuentra la señorita y el resto de los criados, los caballos y el carruaje, pero cuidado con gritar.

 

Pedro obedeció las órdenes indicando a los jóvenes las estancias requeridas. Después, Anselmo volvió a taparle la boca.

Felipe dormía plácidamente en la antesala de la alcoba cerrada con llave en la que las dos mujeres, desveladas, hablaban en voz baja. La joven, intuida por un sentimiento, miró por una rendija de la vieja ventana, poniéndose la mano en la boca para acallar el grito que brotó de su garganta.

-¡Mira, Juanita, ya llegó mi salvador!

La criada corrió a su lado sin poder pronunciar palabra por la impresión que le causó ver cómo avanzaba hacia el Castillo el formado batallón de hombres, seguramente armados, que intervendrían en el rescate de su joven ama.

Pendientes de lo que ocurría en la calle, no se dieron cuenta de que se abría la puerta de la habitación dando paso a Anselmo y a su hermano, que después de tapar la boca y atar a Felipe con las manos en la espalda en otro pilar de la sala, recuperaron la llave y con ella la libertad que la muchacha tanto anhelaba.

-Señorita, señora, están ustedes a salvo. Recojan sus cosas y pongámonos en marcha.

 

Los hermanos prepararon el carruaje con los caballos protegiendo a las mujeres del frío con las mantas  que disponían en la estancia y, antes de partir, tomaron las escopetas y las descargaron al aire para romperlas después evitando con ello que pudieran ser utilizadas en otro momento.

-Las armas y la munición debían estar prohibidas -exclamó Anselmo-. Quienes las usan tienen la cobardía de no luchar cuerpo a cuerpo defendiendo sus intereses con sus propios puños.

Advertido por sus hermanos, Ramón supo, al oír los disparos, que estos habían logrado su propósito y que debía retirarse con su ejército, aunque tuvo que hacer algunas maniobras para poder dar la vuelta sin que las cabras se enredaran unas con las otras pero, experto en la función de tal evento, salió airoso de ello, poniéndose en marcha hacia el cuartel de su batallón.

    

 

 

5 comentarios:

Piedad dijo...

Bueno, por fin, Alba ha sido rescatada por el pastor. ¡Menuda imaginación la suya! Jajaja. Y es que la fantasía hace milagros... Ahora ya queda menos pero aun faltan más capítulos.

Gracias a todos y a todas por seguirme y hasta el próximo martes, un abrazo.

Marina-Emer dijo...

Piedad querida estoy en clase y poco te dire que te quiero que no tev olvido que cuando tenga algun rato libre entrare para seguir leyendo tu novela tan preciosa
gracias por verte en mi casa besossssssssssssss
Marina

Beatriz dijo...

Cada vez me gusta más esta historia. Que bien escribes, cuanta imaginación tienes. Espero ansiosa el próximo capítulo. Beso

rosa mis vivencias dijo...

Piedad sigo opinando igual que en cada uno de los anteriores capítulos, esta bonita historia esta cada vez más interesante y, me tiene enganchada a cada uno de los capítulos que nos sigues ofreciendo.
Espero que aún falten muchos más.

Abrazos.
Rosa.

PEPE LASALA dijo...

Piedad, nos metes en la historia y nos llevas a tu creatividad, me encanta. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amiga. @Pepe_Lasala