domingo, 14 de octubre de 2012

DOS CUENTOS EN UNO...

Este cuento lo escribí hace unos meses pensando en un niño muy especial al que no conozco personalmente, pero le tengo un gran cariño. Es Alex, el nieto de Loli.
Espero que le guste...
 
Abrazos.
 

EN BUSCA DE UN CUENTO

 

Había una vez una abuela joven, guapa y bondadosa, Victoria, que adoraba a su nieto, Alex. Victoria siempre hablaba al niño con mucha dulzura.

Un día la abuela quiso contarle un cuento a su querido nieto, el más hermoso que jamás le hubieran contado, pero de pronto reparó en que no sabía narrar cuentos. "¡Qué pena!", exclamó la abuela. Entonces recordó los comentarios de los vecinos del pueblo sobre la sabiduría de una tal Candelaria, una extraña anciana que vivía en el bosque en una vieja cabaña.

"¡Candelaria! ¡Sí, la buscaré y ella me enseñará el cuento más bonito de todos los cuentos!", se dijo a sí misma. Sin pensárselo encaminó sus pasos hacia ese lugar para dar con la peculiar mujer.

Caminó por los angostos senderos de la montaña durante todo un día, a veces desorientada entre la maleza existente, pero el amor que sentía por su nieto le hacía seguir adelante sin rendirse. De repente se encontró ante un lobo feroz que le cerraba el paso enseñándole sus afilados colmillos. Victoria no se asustó, pronunció agradecida las palabras mágicas que le habían apuntado los vecinos del pueblo para amansar fieras y estas surtieron un efecto inmediato: "Lobo, lobito, déjame buscar a Candelaria que me cuente un cuento para mi nietecito".

El lobo se apartó dejándole el paso libre y Victoria siguió su camino en paz, hasta que un poco más adelante un peludo oso le salió al encuentro. Ella era muy valiente y no sintió miedo, tenía muy presente el motivo que le había llevado a aquel lugar y esto le fortalecía. Templó su voz y con seguridad volvió a repetir aquella clave mágica:

"Oso, osito, déjame buscar a Candelaria que me cuente un cuento para mi nietecito".

El oso se apartó sumiso a un lado para que pudiera pasar por el camino.

La abuela avanzaba lentamente por el bosque agotada por el cansancio de todo el día y, cuando estaba a punto de rendirse porque ya no podía más, vio salir humo por encima de los árboles. Decidida se dirigió hacia el lugar y allí encontró la cabaña de Candelaria. Tras la alegría inicial, Victoria estuvo a punto de huir despavorida al ver la imagen de la anciana, ¡era espantosa!

Candelaria, que estaba sentada frente a la hoguera que calentaba la estancia, al ver la figura de su visitante parada en la puerta, se puso en pie y, sorprendida, preguntó:

—¿A quién buscas, bella mujer?

Victoria dudó antes de hablar con voz temerosa.

—Busco a...Candelaria.

—¿Qué deseas de ella?

Victoria la miraba fijamente pues cada vez la veía más horrible.

 —Quiero contarle un cuento a mi nieto, un cuento único, el más bonito de todos, y no sé cómo hacerlo, pero…

—Pero... te parezco demasiado fea, ¿no es eso?

Candelaria reía divertida mientras contemplaba la cara de Victoria que observaba con extrañeza sus movimientos. La anciana se dio media vuelta y cogió una cuchara redonda que colgaba de un clavo en la pared. La introdujo en un frasco de cristal que contenía un líquido amarillo, tomó con sumo cuidado una cucharadita y lo bebió. Después apoyó la cuchara sobre su nariz y de pronto se transformó en una hermosa mujer. Victoria no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Candelaria, ahora, era la joven más bonita que ella había visto jamás. Después pasó la cuchara, mojada todavía por aquel misterioso líquido, por la frente de Victoria al tiempo que le decía:

—Vete tranquila, mujer, tus sueños se cumplirán. Tú misma contarás ese cuento a tu nieto.

Victoria regresó a su casa antes del anochecer, su paso rápido, su instinto para elegir la senda adecuada, le parecieron un milagro y antes de darse cuenta ya estaba en su hogar. En su mente flotaban las palabras de Candelaria y cuando Alex se fue a dormir, ella le pudo contar un cuento, no sabía si era el más bonito pero sí sabía que era diferente a otros, las palabras fluían una tras una de su boca y en ese instante tuvo la certeza que la magia de la anciana del bosque había obrado aquel portento.

Y así empezó su relato:

Había una vez, en un lugar del universo, un pequeño planeta llamado Felicidad. Sus habitantes vivían dichosos porque todo en él era extraordinario. Las calles de las ciudades eran grandes paseos y los parques, donde los niños jugaban alegres, estaban rodeados de hermosos jardines. Allí compartían espacio árboles, plantas y flores que formaban un tapete multicolor y cuyo aroma perfumaba los alrededores.

No había vehículos porque el planeta era muy pequeño y no se necesitaban, y como no había coches tampoco había contaminación, y como no había contaminación, no existían las enfermedades, y como no había enfermedades, tampoco había médicos.

No existía el dinero y, como no había dinero, tampoco existía la envidia, el rencor ni la maldad, todos se querían y se ayudaban. Cada una de las familias hacía una cosa diferente. Unos sembraban los cereales, otros los molían, otros hacían el pan y las galletas, otros sembraban las verduras, otros pescaban. Otros tejían  la ropa, otros la confeccionaban y así, todo el mundo tenía de todo porque compartían lo que poseían. 

Había un lago muy grande, parecía un mar, y en la otra orilla del lago se divisaban unas montañas pobladas de árboles y de hierbas, pero era muy difícil llegar hasta allí porque tampoco tenían barca para cruzarlo.

El cielo estaba limpio y el sol brillaba con intensidad.

En ese lugar tan maravilloso habitaba un papá y una mamá que tenían un hijito llamado Alexander. Éste era el niño más bonito de todo el planeta y todas las noches, su mamá le cantaba amorosa su nana preferida.

—A la nana nanita,

nanita mía,

mi niño ha jugado

todo el día.

 

A la nana nanita

Nanita nana,

Que duerma mi niño

Hasta mañana.

 

A la nana nanita

Nanita duerme

Que el ángel de la guarda

Su sueño vele.

 

Alexander siempre se quedaba dormido plácidamente al oír la dulce voz de su madre, pero una noche su mamá no pudo cantarle la nana porque perdió su voz.

Su papá, preocupadísimo, buscó al hombre más sabio del planeta y le preguntó qué podía hacer para que la mamá recuperara la voz. El sabio le contestó:

—El remedio para que tu mujer recupere la voz está en la planta "antíflamo" y la encontrarás en las montañas al otro lado del lago. Es una planta que en el planeta Tierra le llaman "tomillo". Se hierve y se deja reposar unos minutos y con esa sustancia se hacen gárgaras. Verás que eso le irá muy bien.

—¿En las montañas? —preguntó el papá algo desorientado.

—Sí, eso he dicho.

—Pero es imposible llegar hasta ese lugar. No tenemos barcas para cruzar el lago y a nado es muy peligroso.

—Amigo mío, es lo único que puedo decirte, no conozco otro remedio.

Alexander estaba oyendo la conversación entre ambos hombres y, cuando supo qué es lo que se debía hacer para devolverle la voz a su madre, salió corriendo hacia el lugar indicado por el sabio.

Si para los mayores era peligroso cruzar el lago a nado, mucho más peligroso era para un niño como él que todavía era pequeño, pero quería tanto a su mamá que tenía que hacer alguna cosa para volver a oír su voz.

Al llegar a la orilla Alexander detuvo sus pasos y alzó la cabeza para mirar fijamente el paisaje que había al otro lado, en el que se perdía la vista y el cielo se unía con la tierra. Inmóvil, el niño pensaba cómo podría cruzarlo para buscar aquella medicina tan importante para su mamá, sin advertir que a paso lento se le acercaba una tortuga gigante de color amarillo. Cuando el animal rozó con su concha las piernas del niño, este salió de sus pensamientos y volvió a la realidad, al tiempo que gritó asustado:

—¡Ay, ay!

La tortuga, que era mágica porque en aquel planeta todo era mágico, se apresuró a hablarle.

—No te asustes, soy la tortuga Tarumba y quiero ayudarte.

—¿Tú me vas a ayudar con ese paso tan lento que tienes?

—Claro que sí. Ando despacio pero puedo nadar muy rápido, tan veloz como tú quieras. Tú te sientas en mi concha y yo te llevo al otro lado del lago y luego te espero para regresar.

—Pues, ¡en marcha! —gritó el niño una vez colocado sobre la gigantesca tortuga.

Alexander cruzó el lago, buscó la hierba medicinal y volvió a su casa antes de que sus padres notaran su ausencia.

Su mamá hizo las gárgaras con la infusión de tomillo y pronto recuperó la voz y volvió a cantarle.

 

—Mi hijito es un tesoro

Que vale más que la luna y el sol,

Más que la plata y el oro,

Más que un diamante en su esplendor.

 

El brillo de las estrellas

No tiene comparación,

Con el brillo de sus ojitos

Y la bondad de su corazón.

Él me quiere y yo mucho más,

Que sí, que sí, que yo lo quiero,

Y si me falta su cariño

De pena yo muero.

—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Alex abrazó a su abuela en señal de agradecimiento y se sumergió en un dulce sueño que le llevó a aquel mágico planeta en el que reinaba la felicidad.

 

Piedad Martos.

 

 

8 comentarios:

Piedad dijo...

Hola, amigas.
Os presento el cuento que fue dedicado a Alex.
Las ilustraciones las hizo Rosa, que aunque nunca tuvo la oportunidad de pintar ni dibujar parece ser que se le da bastante bien... bueno, eso ya lo vereis vosotras porque yo solo sé lo que me dicen, jajaja, ¡pero lo creo!
Pero nunca adivino el orden de las imágenes, porque nunca se quedan como yo quiero... la tortuga iva después, pero al parecer, como es una tortuga mágica y vuela como el viento, ha corrido tanto que se ha puesto en primer lugar, jajaja.
Bueno, creo que eso no tendrá la menor importancia...
Os agradezco vuestras visitas y vuestras palabras.

Abrazos.

Beatriz dijo...

Un cuento precioso. Blogger hace como quiere y a veces a mi también me publica las fotos en el orden que quiere. Buena semana

rosa mis vivencias dijo...

Piedad, el cuento es muy bonito, espero que Alex disfrutara al leérselo Loli, su abuela.
Gracias por tus alagos a mis humildes dibujos, creo que no te han informado muy bien sobre ellos, aunque hago lo que puedo, jajaja!!!

Un beso.
Rosa.

Kety dijo...

FELICIDADES a ti Piedad por esos cuentos tan hermosos y a Rosa por esos dibujos. La voy a contratar para mis cuentos, son preciosos.

Besos

reser dijo...

Felicidades,Piedad, por este nuevo cuento. ¡Es precioso! Seguro que cuando Loli se lo cuente a Alex pasarán un buen rato los dos.
Rosa,ya sabes que ¡me gustan mucho tus dibujos!!!
Abrazos.
Roser

Conchi dijo...

El cuento es precioso. Bueno, que es cuento doble, síii. Y los dibujos de Rosa me encantan, ya se lo he dicho a ella. Ya sabes que todos los cuentos que escribas ya tienes quien te los ilustre, jaja. Hay que darle trabajo (pobrecilla, como no tiene bastante...)

Piedadddddddddddddd, que nos vamos a dar otro abrazo de verdad!!! No me lo puedo creer. Me parece como un sueño. Ayyyyy!!!!

Mientras llega el momento te dejo uno grande aquí.
Conchi

Rosa María dijo...

Mi querida amiga Piedad: No podía entrar en tu blog, ya que te perdí, pero hoy te encontré en el blog de Alberto y aqui estoy.
Ya veo que sigues escribiendo y la verdad que lo haces muy bien, a la par de condimentar los relatos con el contenido más sabroso y necesario del ser humano: el cariño y respeto.
Un besiño y animarte a que sigas en la trayectoria de comunicar.

Rosa María Milleiro

http://poemas-rosamariamilleiro.blogspot.com.es/

Tomi dijo...

Piedad, precioso el cuento. Después de saber la historia del nieto de Loli mas bonito aún.
Y los dibujos de Rosa son preciosos, mira tu por donde descubre Rosa gracias a tus cuentos, que sabe hacer muy bonitas ilustraciones.
No me extraña que dibuje bien, porque después de los dibujos que hace con las telas cualquiera se lo hubiera imaginado.
Un abrazo a las dos.