sábado, 25 de junio de 2016

UN CUENTO.

NACIDA ANTES DE LOS CINCUENTA

 

Francisca, una mujer que pasaba de los setenta, casada con Pedro, un hombre bondadoso pero un poco achacoso por la edad ya que era algo mayor que ella, siempre estaban muy unidos.

En su matrimonio habían tenido cuatro hijos, dos chicas y dos chicos, los cuales estaban casados y con hijos. El más pequeño de los hermanos había sido padre recientemente. Le habían traído al mundo el séptimo nieto.

Francisca y Pedro, que habían gozado de sus seis nietos anteriores los cuales ya habían crecido y se estaban haciendo mayores, tenían el deseo de gozar del más pequeño de la familia. Hacía varias semanas que no lo veían, así que se decidieron ir a verlo aunque a Pedro le costaba andar.

-Hola, buenas tardes.

-¿A dónde van ustedes  a estas horas?

-A dónde vamos a ir, a ver al rey de mi casa.

-No son horas de ir de visita, el niño está durmiendo.

-Pero si es media tarde…

-Es igual, el niño está durmiendo… además, no quiero que toquen el timbre cuando duerme.

-Perdona, hija, no sabía…

-No me llame hija, que usted no es mi madre.

-Sí, ya lo sé, soy la madre de tu marido. No lo he dicho con intención de ofenderte, sino en plan cariñoso.

-Usted es que es muy… cariñosa con la familia –contestó la joven en tono guasón.

Francisca, se miró el reloj, después miró a Pedro y ambos  se dieron la vuelta, se despidieron y salieron de la casa con el corazón roto.

Al día siguiente, Francisca volvió a visitar a su hijo y nuera pero esta vez era más temprano, así que estaba segura de poder ver a su tesoro después de un mes que no lo veía.

 

-Hola, hijo, ¿cómo estás?

-Pues ya me estás viendo, muy bien. A ti  te veo muy bien ¿no? ¿Y papá?

-Él está como siempre, con sus achaques y con ganas de ver al niño. Por cierto, ¿dónde está?

-Lo está bañando su madre.

Francisca dio dos pasos en dirección al baño.

-¿A dónde vas, mamá? No ves que Sara se pone nerviosa si la miras. Ya lo verás otro día, no te preocupes.

-Sí, hijo, sí, otro día…

 

Otro día, Francisca volvió con la esperanza de tener más éxito.

-Ahora, el niño va a comer y si la ve a usted se distrae y no come y yo no puedo perder el tiempo riéndole la gracia. Tengo muchas cosas por hacer. Sabe usted que yo trabajo y entre el niño, la casa y el trabajo no puedo más. Usted no sabe lo que es eso…

-Qué va, yo no sé lo que es trabajar y llevar una casa con cuatro niños, mi madre conectada a una máquina de oxígeno y mi suegro inválido de las dos piernas, que se tenía que mover con muletas. Mira mi… nuera, yo me levantaba todos los días a las seis de la mañana, ponía la comida del medio día al fuego, y mientras se cocía, preparaba los desayunos para los niños y los abuelos, que ya me los dejaba arreglados antes de llevar a los peque a la escuela. Entonces me iba a limpiar escaleras, un día en un bloque de pisos y otro día en otro, así toda la semana. Cuando acababa recogía a los niños del colegio, pasaba por el mercado a comprar lo que me faltaba y corriendo a casa, poner la mesa y atender a los abuelos y a los niños. Tenía que hacer camas, lavar, planchar, coser, limpiar la casa…

Francisca soltó su curriculum de carrerilla sin darle tiempo a su nuera a que le contestara, que la escuchaba asombrada.

-Sí, está bien, pero eso eran otros tiempos. Ahora todo ha cambiado y nada es igual. Así que…

-Sí, tienes razón, ahora todo es diferente, hasta las personas ehmos cambiado. Dime, ¿Cuándo puedo venir a ver el niño? ¿O me espero a que sea mayor y venga él a verme a mí?

-No se preocupe, ya lo llevaré yo para que vea a sus abuelos.

-Gracias, hij… Perdona, se me había olvidado que yo no soy tu madre. Adiós.

 

Francisca salió de la casa y al dar la vuelta a la esquina, se encontró con la madre de su nuera.

 -Hola, Victoria. Qué, ¿a dar un paseo?

-Así es, y de paso voy a ver al niño.

-¿Tienes hora de visita? Porque si no es así, me temo que no lo vas a poder ver.

-¿Qué dices, Francisca?

-Lo que oyes, Victoria. Hace más de un mes que no vemos al niño, porque no se le puede molestar…

-¡Ay, Francisca, esta juventud…! ¡Están cargados de manías…! ¡Si ellos hubiesen vivido lo que a nosotras nos tocó vivir…!

 

Piedad Martos Lorente.

7 comentarios:

Piedad dijo...

Hola, amigos y amigas.
Ante todo quiero agradecer vuestros comentarios en la entrada anterior. Para mí son muy importantes.

Hoy vengo con este cuento, que aunque no es mi caso, sé de gente que se queja de este mal. Y es que como dice el cuento, los tiempos han cambiado y los abuelos quisieran que los jóvenes hagan lo mismo que ellos hacían en su época... En fin, espero que os guste.

Saludos.

CHARO dijo...

Un bonito y triste cuento que además y lamentablemente ocurre con demasiada frecuencia,claro que también están esos casos en que los abuelos se cargan con los nietos para ayudar a sus hijos que trabajan....Besicos

andy dijo...

aprecciate much your blog . kisses



Conchi dijo...

Un cuento realista y triste, sin duda. Yo no sé cómo actuaría si me pasara eso. Tengo solo un nieto y por ahora, lo estamos disfrutando, pero si algún día me dieran con la puerta en las narices, me partirían el corazón, sin duda.
Qué pena que estas cosas pasen.

Te mando un fuerte abrazo, amiga.
Conchi

María dijo...

Hola, preciosa, me ha encantado tu relato, volver a leerte, estar de nuevo aquí.

Mil perdones por el retraso, ya me voy poniendo al día con los blogs.

Un beso enorme.

Conchi dijo...

Hola Piedad, un relato que me ha estremecido ¿que cosas nos deparará el destino?.
Me quiero agregar a tu blog pero no tienes puestos los seguidores.

Un abrazo.

joaki007 dijo...

Hola Piedad.

Vaya relato "cruel", aunque por desgracia , casos asi se vén con frecuencia , ya sea de una forma u otra .

Nosotros tenemos dos nietos,mellizos, del hijo mayor y desde luego ni mucho menos tenemos ese problema , muy al contrario.
Dá un poco de tristeza desde luego pensar que eso sucede...y cosas peores por desgracia .

Gracias por tus comentarios -

un beso desde Barcelona .