jueves, 4 de febrero de 2016

AMANECE UN NUEVO DIA

DOÑA SOLEDAD

 

Soledad, como su nombre indica se sentía muy sola. Para ella era un problema muy grande vivir sola en aquella casa inmensa.

Tenía de todo, no le faltaba nada. Era libre como los pájaros, salía y entraba cada vez que le apetecía sin tener que dar cuentas a nadie. Sin embargo, no era feliz. Necesitaba cambiar la monotonía diaria.

Anhelaba con compartir aquella casa gigante, todo lo que poseía, incluyendo su vida con un hombre como ella, bueno y de buen corazón.

Sus ruegos a Dios pronto hicieron efecto y sus deseos se hicieron realidad.

Ahora era feliz y en aquella casa no había más soledad que la de su nombre, porque se sentía acompañada y querida, que era lo más importante. Pero la preocupación de perderlo, de que le pasara algo grave, no le dejaba vivir y de nuevo rogaba a Dios que le conservara, sano y salvo, a aquel ser tan maravilloso que había encontrado. La peligrosidad de su trabajo le llevaba a la desesperación y al llanto, pensando en cualquier accidente que pudiera acabar con su vida. Una voz en su interior le decía: "mujer, no sufras antes de tiempo por algo que no ha ocurrido. Disfruta del momento y no seas pesimista." Pero Soledad hacía oídos sordos a aquel razonamiento y siempre estaba con su alma en un hilo.

 

Un día, él llegó a casa con la cara desencajada. Ella, al verlo en aquel estado, le preguntó qué ocurría, a lo que él contestó: "ha cerrado la empresa, no tengo trabajo y con la edad que tengo, ya me dirás".

Soledad ya no tenía miedo de que él tuviera un accidente en el trabajo, pero esto le llevaría a otra preocupación mayor. ¿De qué iban a vivir ahora? Los ahorros pronto se acabarían porque donde se saca y no se mete, el fin se le ve.

Aparcó sus preocupaciones con las comodidades que hasta ese momento había disfrutado y se puso en busca de trabajo. Cualquier cosa era buena por tal que le aportara algunos ingresos.

Anduvo y buscó por todas partes, entregó curriculums en todas las empresas, comercios y demás, sin obtener fruto de ellos. Al volver a su casa, pasó por un quiosco de la ONCE y reparó en la persona que estaba dentro, se paró y preguntó: "¿me das  un número?"

"¿Cuál quieres?"

"El de la suerte," contestó ella."

"Jajaja, ¡ay, si yo supiera cuál es...!"

 

Al llegar a su casa, ésta estaba silenciosa. Llamó a su pareja pero no obtuvo respuesta alguna. Una nota sobre la mesa le avisaba de que había salido y no volvería hasta que no encontrara trabajo.

 

Aquella noche, la suerte, escuchó sus ruegos  y llamó a su puerta. El número que había comprado por la tarde salió agraciado con el primer premio. Soledad estaba loca de contenta, deseosa de compartir con su pareja la alegría que el sorteo le había proporcionado en cuestión de segundos. Pero él no estaba allí con ella. La necesidad de hallar un empleo le había llevado lejos de aquel lugar, donde en vez de encontrar trabajo, encontró la fatalidad. Cuando caminaba por la acera, dispuesto y decidido a buscar empleo, fue arroyado por un vehículo que perdió el control, chocando contra una farola al mismo tiempo que el hombre pasaba. El golpe fue tan brutal, que el hombre quedó tendido en la acera con las piernas aplastadas debajo del coche.

 

Cuando Soledad recibió la noticia, corrió al hospital junto a él donde fue informada de la gravedad de su estado. Acababan de imputarle las dos piernas.

 

Entonces volvió a oír la voz de su interior: Ay, Soledad, ahora sí tienes motivos para preocuparte y sufrir, pero aún así no lo hagas. Busca la parte positiva que siempre encontrarás por grave que sea una desgracia y afrenta los problemas con valentía. Piensa que la felicidad completa, no existe en este planeta.

 

Piedad Martos.

 

3 comentarios:

Piedad dijo...

Siempre amanece un nuevo día. A veces te sientes triste y otras veces te sientes alegre. Unas veces te sientes hundido/a y otras con ánimos para todo... Pero aunque tengamos uno de esos días que todo se ve negro, y aunque parezca que nunca va a brillar el sol, piensa que éste sale después de la tormenta y todo vuelve a brillar.

Os dejo abrazos reflexivos con una sonrisa, jajaja.

Mariaisabel dijo...

Piedad, cuanto me ha gustado tu relato. Lo veo tan real que muchas veces lo he vivido en mi casa. Quizá cuando eran joven también era un poco de "pensar demasiado", pero ahora no, ahora nunca pongo la tirira antes de tener la herida, muy al contrario, me he vuelto positiva. Dios me ha ayudado a ver las cosas de otra forma y más desde mi enfermedad. Pienso en hoy, hoy es mi día preferido y mañana pues será mañana, pero primero HOY. Intento vivir cada segundo y no pensar en el futuro. En una palabra: VIVIR.
Un montón de abrazos
Mariaisabel

PEPE LASALA dijo...

Claro que siempre amanece un nuevo día piedad, un nuevo día que agrada el corazón. Muy buena entrada amiga. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala